Después de prometer a Polidectes la cabeza de Gorgona, Perseo se dio cuenta de su tremenda imprudencia. Aquello era irrealizable, pues todos sabían que las Gorgonas eran tres monstruosas hermanas, dos de ellas inmortales -no así Medusa-, con su cuerpo cubierto de escamas de dragón, cabezas de serpientes, terribles colmillos, garras y mirada mágica -pues transformaban en piedra a quien las contemplara.
Lo que no se esperaba Perseo era que Atenea y Hermes, divertidos por la aventura que se avecinaba con el héroe, estaban dispuestos a ayudarle en su empresa. Así, la diosa advirtió a Perseo que no mirara de frente a las hermanas, y Hermes se regaló una afilada hoz con la que cortar la cabeza a Medusa.
¿Cómo acudir a donde vivían las Gorgonas? Atenea le aconsejó que acudiera a ver a las Gráyades, tres hermanas también (y a su vez, hermanas de las Gorgonas) que compartían un diente y un solo ojo -que se iban pasando unas a otras. Perseo logró quitárselos, devolviéndoselos sólo cuando le dijeron dónde poder encontrar a Medusa y sus hermanas, o, al menos, ayudarle. Las terribles hermanas le indicaron que unas náyades podrían ayudarle, pues poseían tres valiosos objetos tremendamente útiles en su aventura: unas sandalias aladas, un casco que lo volvería invisible y un zurrón especial en el que guardar la cabeza de Medusa.
Otras personas, sin embargo, cuentan que no fue así como Perseo consiguió los objetos que le ayudarían, sino que su padre Zeus, preocupado por él, pidió a Hades que le dejara el casco mágico, a Hermes que le regalara sus sandalias aladas y a su hija Atenea, que le diera una espada y un escudo protector brillante como un espejo.
Una vez conseguidos estos objetos, se encaminó a la búsqueda de las Gorgonas.
0 aportaciones:
Publicar un comentario