La diosa Cibeles nació en
Frigia; los griegos la llamaron Rea y la consideraron la esposa del titán
Cronos -el tristemente famoso por devorar a sus hijos nada más nacer, temiendo que uno de ellos le robara el trono-, madre de todos los dioses. De buen carácter, se dice que ayudaba a todos los seres que se lo solicitaban, apartándolos del mal; su benevolencia se extendía a todo el mundo conocido, estando asociada al poder de la Naturaleza y la fertilidad. Sin embargo, mostraba terribles enfados enviando enfermedades y pestes. Gobernaba sobre todo en las montañas, de ahí que
su corona sea siempre una indestructible muralla con fortines y estuviera siempre acompañada de fuertes leones, ya que era su especial protectora; también llevaba en la mano una copa.
A finales del s. III a.C. se le erigió un templo en el Palatino, y se cultivó un culto orgiástico que propiciaba éxtasis en los que la diosa se manifestaba y mandaba profecías o curaciones. También se relacionaba con la capacidad de dar la inmortalidad a las almas que la profesaban una devoción especial. Sus sacerdotes al principio eran sólo de las provincias orientales romanas, aunque el emperador Augusto permitió más tarde que también accedieran a este sacerdocio ciudadanos romanos.
En Madrid se erigió una
estatua dedicada a la diosa, tallada en mármol blanco, en 1782, en el Paseo del Prado, de cara a otra fuente dedicada al dios Neptuno, en otra plaza cercana; se encuentra ubicada en la plaza de Castelar, rodeada por cuatro palacios. El
proyecto inicial de la escultura fue hecho por
Ventura Rodríguez, en origen para acabar en el Palacio de La Granja de S. Ildefonso y a petición del rey Carlos III, aunque la imagen de la diosa es obra de
Francisco Gutiérrez: sobre una roca ligeramente elevada, la diosa aparece en su carro, llevando un cetro y
unas llaves, acompañada de dos leones
(en realidad, Atalanta e Hipomene, dos amantes convertidos en fieras por haber profanado el templo de la diosa Ceres, con la que a veces se asimilaba Cibeles).
El
grupo escultórico ha ido teniendo diversos añadidos, como un
grifo y un oso
-que fueron retirados a finales del s.XIX-, los dos amorcillos que están detrás, uno con un ánfora de la que mana agua y el otro sujetando una caracola (en el s. XX), una verja y varios surtidores artificiales
-aunque originalmente la fuente surtía de agua a la zona.
Se ha convertido en uno de los símbolos más conocidos de la ciudad, gracias principalmente por concentrar a su alrededor celebraciones deportivas de uno de los equipos de fútbol de la capital. En Ciudad de México hay una copia de esta escultura, erigida en 1980 como símbolo del hermanamiento entre Madrid y esta ciudad.