Orión fue, con mucho, el más bello de todos los mortales, pues era hijo de la princesa cretense Euríale y del dios Poseidón, que le dio como regalo el poder caminar sobre las aguas. Esto de la belleza fue un problema siembre en su familia, pues su mujer presumió de ser más hermosa que la propia Hera, hecho que le valió ser arrojada al Hades; cuando el joven se enamoró después de la hermsa Mérope, hija de Dioniso, y esta no quiso saber nada de él, la violó, lo que le provocó ser castigado con la ceguera y vagar solo por una de las islas del Egeo...
Hermoso, tremendamente fuerte, magnífico cazador... Orión lo tenía todo, incluso el más terrible de los defectos: se dejaba llevar por sus pasiones de forma habitual, sin tener en cuenta las consecuencias de sus actos. Parece que no aprendió después del castigo de su primera mujer y del que él mismo sufrió después -tuvo que ser Hefesto el que le sanó de su ceguera-, pues presumió de ser el mejor cazador de todo el mundo conocido, y de dar muerte sin esforzarse demasiado a cualquier animal que se le pusiera por delante.
Cuando Ártemis, la diosa virginal de la caza, escuchó las bravuconadas del joven, envió contra él a un escorpión gigante (aunque algunos dicen que fue la mismísima Gea la que lo hizo, harta como estaba de escuchar una y otra vez las soberbias de Orión). El joven no pudo vencer a la bestia, que le picó en el talón y le provocó la muerte. Zeus, admirado por el descomunal tamaño del animal, decidió ascenderlo a los cielos, en forma de constelación, pero también quiso dejar constancia de la valentía y orgullo de su sobrino, porque lo que también le convirtió en un grupo de estrellas. Ártemis no estuvo de acuerdo con esta decisión de Zeus, por lo que pidió que nunca estuvieran juntos su animal y Orión: de esta forma, cuando la constelación de Escorpio aparece por el Oriente, Orión se esconde en el Occidente, huyendo eternamente del animal.
Los cielos estrellados apenas pueden fijar el tamaño de Escorpión, que roza con sus enormes pinzas la constelación de Libra, de manera que sus pinzas rozan la balanza de Diké...
La constelación de Escorpio cuenta con una estrella súpergigante roja, Antares, que rivaliza en tamaño y brillo con el planeta Marte, e incluso en ocasiones oculta a la propia Luna. Cuenta además con numerosos cúmulos de estrellas gigantes y nebulosas, así como con 27 estrellas, 24 de las cuales eran ya conocidas en la Antigüedad.