Me dedico este fin de semana a leer los exámenes que mis alumnos de 1º sufrieron el viernes y descubro con horror -no sé porqué me sorprendo, porque todos los años me pasa lo mismo con el mismo tema- que cuando hablo de mitología, mis palabras caen en saco roto. Y no lo entiendo muy bien, dado que es uno de mis temas -soliloquios de aula- favoritos.
Por eso, tal vez, de nuevo me tropiezo con que un mito es algo así como una mentira histórica que yo me complazco en relatar, año tras año. Y mira por dónde, no: un mito es la respuesta ante la Creación por parte de los que nos han precedido. Una forma de comprender lo que escapa a nuestros pobres límites humanos.
Un producto de la imaginación -sí, eso sí les queda a mis alumnos-, pero que trata de responder a las mil preguntas que el hombre se ha hecho sobre lo que le rodea desde que avanza por el camino de la lógica. Porque para aprender y comprender lo inexplicable del trueno, el rayo, la lluvia, el misterio de la vida o los campos en flor, es necesario ponerlo en palabras humanas de andar por casa...
Por eso nacen Geb y Shu entre los egipcios, por ejemplo, para contar porqué nuestros pies están sobre la tierra y el cielo tachonado de estrellas. O nace Ate, entre los griegos y se siembra la discordia en Troya, donde luego la guerra sembrará de muertes el campo de batalla... Y era Poseidón quien agitaba las olas o Zeus quien lanzaba el rayo.
Tal vez es que hemos perdido ya la capacidad de imaginar y poner en cuentos -sí, cuentos, pero mucho más- lo que se nos escapa.
Pero yo volveré a preguntar el curso que viene, cuando explique Grecia, qué es un mito. A ver qué pasa entonces...
Por eso, tal vez, de nuevo me tropiezo con que un mito es algo así como una mentira histórica que yo me complazco en relatar, año tras año. Y mira por dónde, no: un mito es la respuesta ante la Creación por parte de los que nos han precedido. Una forma de comprender lo que escapa a nuestros pobres límites humanos.
Un producto de la imaginación -sí, eso sí les queda a mis alumnos-, pero que trata de responder a las mil preguntas que el hombre se ha hecho sobre lo que le rodea desde que avanza por el camino de la lógica. Porque para aprender y comprender lo inexplicable del trueno, el rayo, la lluvia, el misterio de la vida o los campos en flor, es necesario ponerlo en palabras humanas de andar por casa...
Por eso nacen Geb y Shu entre los egipcios, por ejemplo, para contar porqué nuestros pies están sobre la tierra y el cielo tachonado de estrellas. O nace Ate, entre los griegos y se siembra la discordia en Troya, donde luego la guerra sembrará de muertes el campo de batalla... Y era Poseidón quien agitaba las olas o Zeus quien lanzaba el rayo.
Tal vez es que hemos perdido ya la capacidad de imaginar y poner en cuentos -sí, cuentos, pero mucho más- lo que se nos escapa.
Pero yo volveré a preguntar el curso que viene, cuando explique Grecia, qué es un mito. A ver qué pasa entonces...
2 aportaciones:
Hemos perdido, en algún lugar de nuestra historia, la capacidad de ilusionarnos y todo parece tener que tener una explicación científica para ser cierto...
Eso mismo es lo que les digo a mis alumnos; es curioso que con su edad me digan a veces que por qué les cuento esas historias, si son mentira...
Gracias por tu visita.
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