En el mundo griego había unas jardineras especiales: las Hespérides, hijas de Eris (la Discordia) y descendientes de la antigua Noche -una divinidad ante la que incluso el mismo Zeus sentía respeto y temor. Nos ha llegado el nombre de tres de ellas: Heperie (la Tarde), Eritia (el cielo rojo al Atardecer) y Egle (la Claridad del día), aunque algunos dicen que eran hasta 7.
Eran estas tres bellas divinidades ninfas que vivían vigilando el Jardín de los dioses, que se encontraba en un lejano lugar al oeste, cerca de la puesta del sol. En ese hermoso lugar la diosa Hera había mandado plantar unos maravillosos árboles que daban como fruto manzanas doradas -un regalo que había recibido de la diosa Gea con motivo de su boda. Las Hespérides, además, no estaba solas, sino que vivían con ellas en el jardín la terrible serpiente (o dragón de cien cabezas) Ladón, hija de Forcis y Ceto, que se subía a los árboles y se enrrollaba en sus troncos, a fin de evitar que nadie, incluso las mismas ninfas, pudieran tocar una sola de las manzanas.
Sólo una persona pudo robar las manzanas: el héroe Hércules...
Eran estas tres bellas divinidades ninfas que vivían vigilando el Jardín de los dioses, que se encontraba en un lejano lugar al oeste, cerca de la puesta del sol. En ese hermoso lugar la diosa Hera había mandado plantar unos maravillosos árboles que daban como fruto manzanas doradas -un regalo que había recibido de la diosa Gea con motivo de su boda. Las Hespérides, además, no estaba solas, sino que vivían con ellas en el jardín la terrible serpiente (o dragón de cien cabezas) Ladón, hija de Forcis y Ceto, que se subía a los árboles y se enrrollaba en sus troncos, a fin de evitar que nadie, incluso las mismas ninfas, pudieran tocar una sola de las manzanas.
Sólo una persona pudo robar las manzanas: el héroe Hércules...
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