No sé si los creadores de Whatsapp conocerían al noruego Edvard Munch (Loten, 1873- Ekely, 1944), pero por la red he ido encontrando estos días comentarios sobre el parecido entre uno de los iconos de la aplicación y su famoso cuadro El grito. No deberíamos extrañarnos, ya que se calcula que hay más de cien versiones de esta obra y cuatro posibles originales -todos ellos en Noruega, uno de colección particular.
Munch tuvo una infancia complicada, muy marcada por la muerte temprana de su madre y de su hermana, que quizá fue el detonante para desarrollar su visión negativa sobre las mujeres; unido a la obsesión religiosa de su padre, el joven quedó marcado por una personalidad negativa, enfermiza y algo paranoica, que se abrió paso en sus obras. De hecho, podemos considerar a Munch como uno de los inspiradores del Expresionismo, en la línea de otros pintores del s. XIX que también plasmaron en sus obras un estilo único y muy particular, como Gauguin, al cual conoció -y admiró- en París.
Edvard Munch reduce las formas a su mínima expresión, usa los colores de manera simbólico y deja que su personalidad asome en sus obras. Por eso El grito es la plasticidad de una experiencia personal que vivió paseando cerca de Oslo en 1892 y que relata de forma vívida, pues oyó cómo la Naturaleza era atravesada por un chillido; él indica que estaba enfermo y cansado -su madre había muerto hacía muy poco-, pero que pudo percibir con nitidez cómo los colores y las nubes gritaban a su alrededor. En el reverso del cuadro el autor escribió después:
Sólo un loco pudo haberlo pintado.
La escena, así, es siniestra: una figura andrógina y deformada, en primer plano, grita desde lo más hondo de su ser, mientras que las nubes y los colores se retuercen al unísono de manera agitada y brusca. Dos personas al fondo siguen paseando, sin percatarse de lo que está ocurriendo... Posiblemente el contexto histórico influyó en Munch también, pues en paralelo muchos artistas estaban representando la deshumanización que estaba suponiendo el desarrollo de las ciudades industrializadas de Europa, y la presencia de una momia incaica en la Exposición Universal de París (1889) había causado una honda impresión en el pintor.
La obra de Munch, que fue dada a conocer inicialmente en Alemania, fue duramente criticada por los sectores especializados -se llegó a aconsejar a mujeres embarazadas que no la vieran, por la impresión que podía producir-, pero no así por el público general, que convirtió sobre todo este cuadro en un icono cultural a partir de la Segunda Guerra Mundial, como expresión del horror que el mundo había conocido. La revista Time llegó a usarla en su portada del 21 de marzo1961, en un número dedicado a los sentimientos de culpa y la angustia. Y este cuadro ha obsesionado tanto que ha sido robado dos veces: la primera vez los ladrones dejaron una nota de agradecimiento por la falta de seguridad del museo, la segunda vez resultó dañado.
2 aportaciones:
Seguro que no es una coincidencia.
Aprovechando que interrumpo brevemente las vacaciones, paso por tu blog a saludarte.
Feliz verano.
No me imagino yo a los creadores de estos iconos dándole vueltas artísticas...
Gracias por pasarte por aquí. Buen descanso.
Publicar un comentario