¡Papá! ¡Bueyes!
(María Sanz de Sautuola, 1879).
Cuando María, con sólo ocho años, gritó a su padre desde la Gran Sala de la Cueva de Altamira no sabía que ella y su padre, el botánico e historiador Marcelino Sanz de Sautuola, habían entrado, de esta forma, a la Historia. ya en 1868 un pastor había informado al investigador de la existencia en Altamira de una cueva con dibujos, y Marcelino había recogido allí algunos restos arqueológicos y observado pinturas de trazos negros, sin darles mayor importancia. Diez años después, en la Exposición Universal de París comprobaba por sí mismo el parecido existente entre su hallazgo y restos del sur de Francia.
Junto a su hija pudo identificar los conocidos bisontes del techo polícromo de la cueva, asociándolos al período Paleolítico; otras eran también las decoraciones: ciervas, máscaras y tectiformes.
Durante veinte años la autenticidad del yacimiento fue puesto en duda, hasta que en 1902 fue reconocida su antigüedad por la comunidad científica internacional, siendo actualmente Patrimonio de la Humanidad.
Junto a su hija pudo identificar los conocidos bisontes del techo polícromo de la cueva, asociándolos al período Paleolítico; otras eran también las decoraciones: ciervas, máscaras y tectiformes.
Durante veinte años la autenticidad del yacimiento fue puesto en duda, hasta que en 1902 fue reconocida su antigüedad por la comunidad científica internacional, siendo actualmente Patrimonio de la Humanidad.
2 aportaciones:
Un gran hallazgo sin duda.
Un saludo.
Y una lástima que se cierre cada vez con mayor periodicidad para evitar los daños ocasionados por el turismo, lo que nos obliga a tener que contentarnos con sus réplicas.
Un saludo.
Publicar un comentario