Siddhartha Gautama (563- 486 a.C) es más conocido en el mundo occidental por su título de Buda, obtenido cuando logró alcanzar la Iluminación o Nirvana, consiguiendo el control de las pasiones nocivas de la existencia.
Nació en el seno de una familia noble en lo que hoy día es Nepal; dicen que era hermoso: alto, fuerte, de ojos azules. La tradición budista considera que este personaje es la última encarnación de una serie de vidas santas, pero tiene un fondo histórico innegable. Quedó huérfano de madre a los siete días de nacer, siendo criado por una tía materna. Vivió rodeado de lujo en tres palacios diferentes, sin conocer más que la riqueza y las buenas ropas de seda; incluso tuvo dos prestigiosos maestros a su entera disposición, que pronto constataron la inteligencia de su pupilo, tanto en letras como en matemáticas. Además, como príncipe que era, posiblemente fue educado en el protocolo y las artes marciales.
Su padre intentó aislarlo del exterior para que no conociera los aspectos más duros de la vida, por lo que no salía nunca de palacio. Fue casado muy joven con una prima, con la que tuvo a su hijo Rahula; dicen que al haber tenido un hijo varón se le permitió abandonar con el tiempo la vida palaciega y dedicarse al monacato.
Sin embargo, cuentan que logró salir a escondidas del palacio en cuatro ocasiones, acompañado por un cochero. Fue en esas escapadas donde conoció la vejez (al cruzarse con un anciano), la enfermedad (al tropezarse con un enfermo) y la muerte (al ver en la calle a un cadáver). Tal fue su dolor que pidió explicaciones a su cochero. La cuarta vez se encontró con un religioso meditando, lo que le permitió darse cuenta de que existía la posibilidad de vivir una vida en la que los males anteriores no tenían poder. Con veintinueve años abandonó el palacio, prometiendo no regresar hasta que alcanzara la Iluminación, viviendo desde entonces como mendicante.
Sólo cuando abandonó la dureza de una vida tremendamente ascética, colmada de ayunos y abstinencias, acompañado por dos maestros de yoga, logró su objetivo. Cuentan que obtuvo la Iluminación tras sentarse bajo una higuera, prometiendo no levantarse hasta conocer; el dios Mara le envió numerosas tentaciones, ante las cuales no se arrendró Buda. Con la noche, alcanzó el Nirvana, conociendo el modo para lograr aceptar el dolor del sufrimiento, conociendo sus vidas anteriores y librándose del ciclo de reencarnaciones. Después, meditó largamente durante semanas el modo de lograr la transmisión de su conocimiento.
Nació en el seno de una familia noble en lo que hoy día es Nepal; dicen que era hermoso: alto, fuerte, de ojos azules. La tradición budista considera que este personaje es la última encarnación de una serie de vidas santas, pero tiene un fondo histórico innegable. Quedó huérfano de madre a los siete días de nacer, siendo criado por una tía materna. Vivió rodeado de lujo en tres palacios diferentes, sin conocer más que la riqueza y las buenas ropas de seda; incluso tuvo dos prestigiosos maestros a su entera disposición, que pronto constataron la inteligencia de su pupilo, tanto en letras como en matemáticas. Además, como príncipe que era, posiblemente fue educado en el protocolo y las artes marciales.
Su padre intentó aislarlo del exterior para que no conociera los aspectos más duros de la vida, por lo que no salía nunca de palacio. Fue casado muy joven con una prima, con la que tuvo a su hijo Rahula; dicen que al haber tenido un hijo varón se le permitió abandonar con el tiempo la vida palaciega y dedicarse al monacato.
Sin embargo, cuentan que logró salir a escondidas del palacio en cuatro ocasiones, acompañado por un cochero. Fue en esas escapadas donde conoció la vejez (al cruzarse con un anciano), la enfermedad (al tropezarse con un enfermo) y la muerte (al ver en la calle a un cadáver). Tal fue su dolor que pidió explicaciones a su cochero. La cuarta vez se encontró con un religioso meditando, lo que le permitió darse cuenta de que existía la posibilidad de vivir una vida en la que los males anteriores no tenían poder. Con veintinueve años abandonó el palacio, prometiendo no regresar hasta que alcanzara la Iluminación, viviendo desde entonces como mendicante.
Sólo cuando abandonó la dureza de una vida tremendamente ascética, colmada de ayunos y abstinencias, acompañado por dos maestros de yoga, logró su objetivo. Cuentan que obtuvo la Iluminación tras sentarse bajo una higuera, prometiendo no levantarse hasta conocer; el dios Mara le envió numerosas tentaciones, ante las cuales no se arrendró Buda. Con la noche, alcanzó el Nirvana, conociendo el modo para lograr aceptar el dolor del sufrimiento, conociendo sus vidas anteriores y librándose del ciclo de reencarnaciones. Después, meditó largamente durante semanas el modo de lograr la transmisión de su conocimiento.
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