La larga toga romana, de más de 4 metros de largo y dos de altura, fue el vestido propio de los patricios y patricias romanos (aunque pronto los vestidos femeninos comenzaron a diferenciarse, y sólo las mujeres tachadas de adúlteras o impúdicas la llevaban). La toga era una prenda digna, bella...y poco práctica, ya que se necesitaba la ayuda de al menos un esclavo para poder colocársela antes de salir de casa. A pesar de esto, siguió usándose en actos públicos, como signo de distinción y diferencia social.
El resto de los romanos, sobre todo la gente del campo, llevaba en su lugar una túnica, prenda que durante mucho tiempo se usaba debajo de la toga, formada por dos telas cosidas, más o menos hasta la altura de las rodillas; de adornos sencillos, los más pudientes la llevaban de lino, lana o seda. La de las mujeres eran más largas y holgadas, y se abrigaban con otras telas o mantos. Un cinturón sujetaba a la cadera la túnica.
Sin embargo, sabemos que estas prendas eran costosas en su mantenimiento: los arqueólogos han encontrado numerosos ropajes llenos de remiendos, y suponen que el Estado proveería a los más pobres de una túnica y un manto cada año, dado que los precios, en época imperial, eran desorbitados: el tejedor de la lana de la túnica necesitaba ahorrar treinta y tres veces su salario habitual para conseguir una, y si era de seda, necesitaría veinte años de su vida para poder pagarla.
¿Qué nos queda hoy de estas vestiduras romanas? Aunque nos pueda parecer sorprendente, mucho: numerosas vestimentas utilizadas hoy en la liturgia cristiana católica proceden de ropas de la antigua Roma. Sin ir más lejos, la túnica, pues las más costosas y decoradas, las dalmáticas, eran empleadas en época del emperador Cómodo, a finales del s. II: llegaban hasta las rodillas, no llevaban cinturón y eran de manga larga (algo considerado impúdico, pero muy habitual ya a partir del s. III). Los romanos de las mejores familias la usaban para pasear, mostrando una costosa decoración a base de dos listas púrpuras o doradas en la parte delantera, y a veces también con estrellas, discos o flores bordadas. Actualmente la dalmática es la vestidura ceremonial de los diáconos católicos, empleada en misas solemnes, procesiones o bendiciones no penitenciales; también los sacerdotes pueden usarla bajo la casulla, en celebraciones puntuales y muy festivas.
2 aportaciones:
Muy curioso.
Y seguro que el nombre proviene de Dalmacia o región dálmata, territorio conquistado por los romanos.
Un saludo.
Cayetano, sin duda. Importante matización.
Un saludo.
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