Va de peinados (a la romana)

Los distintos retratos romanos son una fuente de conocimiento sobre una de las modas más variadas del mundo romano: el peinado, tanto en hombres como en mujeres, siendo además un buen medio de datación, sobre todo a partir del Imperio. Durante la República el recogido femenino era muy sencillo, con un moño y raya en el medio, en una imagen apropiada con el rol de matrona dedicada a las labores domésticas que se había extendido en la época, muy influido todo por el mundo griego.

Livia
A partir del s. I se observa una evolución de la moda femenina, en paralelo con el momento de esplendor cultural que se vivia en Roma. Los recogidos fueron cada vez más complejos, haciéndose populares las pelucas, extensiones y los tintes naturales -parece ser que ya entonces había un deseo extendido por simular ser rubia o pelirroja, sobre todo a partir del s. II-, así como tónicos o aceites, que eran administrados por las ornatrix, peluqueras profesionales.

Fueron las emperatrices las que marcaron tendencia, comenzando por Livia, mujer de Augusto, retratada con frecuencia con un flequillo falso en forma de rulo sobre la frente y una división del pelo en tres partes, con ondas laterales en el centro y moño tirante peinado desde arriba, recogiendo todo a la altura de la nuca. También Octavia, su cuñada, fue representada con frecuencia con un peinado muy parecido. 

A mediados del s. I, Mesalina, mujer de Claudio, pone de moda un recogido en forma de trenzas en la parte superior, cayendo de manera ordenada en forma de rizos cortos sobre la frente.


Julia Flavia
La moda de los rizos formando peinados cada vez más enrevesados fue aumentando a partir de la segunda mitad del s. I, como en vida de Julia Flavia, hija del emperador Tito, amiga de peinarse con un tupé de rizos profundos que acababan en trenzas en la parte de atrás, recogidas con un moño. 

Este peinado de generosos rizos en la parte frontal y apretado moño sobre la nuca fue aumentando en altura, complejidad y cantidad, hasta ponerse de moda con el nombre de orbis -esfera-, llegando a usar postizos que se sujetaban con una diadema para aumentar el volumen. Ya a finales del s. I, a partir del reinado de Domiciano, este peinado se hizo muy popular entre las damas patricias.

En el s, II se prefirió el uso de largas trenzas, aumentadas en longitud gracias a postizos o extensiones, que se peinaban rodeando en varias vueltas la cabeza. El pelo, además, se adornaba con joyas o redecillas de oro.


Posteriormente, a partir del s. III, ya inmersos en el choque cultural y militar con los pueblos germanos, la clase social no se marcó tanto en los peinados -quizá por influencia cristiana, posiblemente porque las primitivas comunidades daban menos importancia a los aspectos externos como signos de avaricia-, como con las joyas y broches que llegaban de manos de los pueblos centroeuropeos.

2 aportaciones:

PACO HIDALGO dijo...

Una estupenda manera también de conocer la personalidad y la idiosincracia de un pueblo es conocer sus gustos, aficiones y modas, como el estudio del peinado, en este caso el femenino. Interesantísimo post, Negrevernis. Abrazos.

Negrevernis dijo...

Gracias, Paco. Debido al espacio no he podido escribir sobre la moda masculina, pero queda así pendiente para otra entrada.

Un abrazo.