Se llamaba Ana de Austria, y es la protagonista de uno de los nuevos marcapáginas de mi colección.
Ella, princesa de Bohemia y archiduquesa de Austria, fue elegida para reinar como consorte en España de 150 a 1580, como cuarta esposa de Felipe II, su tío: nacida en noviembre de 1549 e hija de la hermana del rey español, les separaban veintitrés años, pero dicen que Felipe, profundamente dolido tras la muerte de la bellísima Isabel de Valois, su tercera esposa, recuperó las ganas de vivir al lado de su sobrina, a la que sobrevivió cuando esta murió, embarazada de su sexto hijo, víctima de una epidemia de gripe que el propio Felipe II sufrió meses antes.
La falta de sucesión clara tras la muerte de la reina consorte francesa, pues sólo tenía dos hijas y ningún varón, el panorama político internacional obligaba a Felipe II a tomar una nueva esposa, no sólo para conseguir el ansiado hijo, sino también para afianzar los lazos internacional con la otra rama de los Habsburgo: los problemas religiosos en Flandes, así como la franca rebelión en los Países Bajos y la vinculación afectiva entre esta zona y Alemania, obligaban a buscar un matrimonio que calmara el panorama político.
Ana de Austria ya había estado en el candelero: consciente de su papel dinástico, criada en ambientes españoles (nació en la provincia de Valladolid) y bien conducida por su madre, la infanta María de habsburgo, hija de Carlos I y de Isabel de Valois, la joven sabía cuál había de ser su papel en la familia, admirando a los grandes gobernantes masculinos e idolatrando a su tío Felipe desde bien pequeña. De hecho, Felipe II se negó al matrimonio de su sobrina con el príncipe francés Carlos IX, cuando murió el hijo del español, el pequeño Carlos.
Aunque la reina francesa ofrece, a la muerte de Isabel, la mano de su hija pequeña, Margarita, Felipe II pone reparos y presenta una larga serie de escrúpulos por contraer matrimonio con dos hermanas. Este hecho aceleró que en el 1569 se zanjara la cuestión de la boda con su sobrina alemana, de manera que en 1570 se firman las capitulaciones matrimoniales y en mayo de ese año se celebra en Praga la boda por poderes, que será confirmada en al Alcázar de Segovia en noviembre de ese mismo año. Cuentan que, cuando Ana de Austria, ya convertida en reina regente, entró en Madrid el 26 de noviembre, su porte regio, el buen uso simbólico de los colores de su marido en su atuendo y la riqueza de sus ropas y joyas impresionaron al público y a la Corte, haciéndose rápidamente merecedora del aplauso de todos. No en vano, había sido educada para esto.
Su carácter sencillo, apacible y ordenado, así como el compartir el gusto por la caza y los paseos con su tío y marido causan admiración y sosiego en Felipe II, que vive en estos años problemas políticos internacionales (la guerra contra los turcos y la victoria en la batalla de Lepanto, la más que evidente futura independencia de Flandes y la invasión y en Portugal, a la muerte sin herederos directos del rey luso, esgrimiendo sus derechos dinásticos como hijo y nieto de infantas portuguesas) y nacionales (la traición de su secretario personal, las sucesivas muertes de hombres de su confianza, la muerte de su hermano bastardo Juan de Austria y la rebelión de los moriscos en las Alpujarras).
Ana de Austria, la mayor de quince hermanos, hizo honor a la prolífica capacidad de su familia, y no sólo adoptó como suyas a las pequeñas infantas, hijas de la anterior esposa de su marido, sino que tuvo varios hijos, aunque sólo uno sobrevivió a la niñez. Entre 1571 y 1580 nacerían los infantes Fernando, Carlos Lorenzo, Diego, Felipe y María. Sólo Felipe lograría llegar a adulto, como Felipe III
- Vídeo sobre Ana de Austria, aquí.
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