Canta, diosa, la cólera funesta del Pelida Aquiles
Así comienza la Ilíada, el poema de 24 cantos y más de 15000 versos que atribuimos al poeta Homero. El problema es que no estamos seguros de la existencia de este poeta, ciego, según la tradición, y que transmitiría de forma oral -según la costumbre antigua- las historias de los antiguos griegos, en un baile eterno en el que dioses y hombres se mezclarían. Fue la Época Clásica la que vio nacer distintas biografías, más o menos fabulosas, sobre este poeta.
Quizá naciera en Esmirna hacia el 725 a.C., viviera en Quíos y muriera en Íos, y en el transcurso de su vida escribiría más de 27000 versos, repartidos entre la Ilíada y la Odisea. Es verosímil creer, sin embargo, que más bien cuando nos referimos a Homero estamos hablando de un poeta que vivió en el s. IX y que recopiló relatos orales y escritos que circulaban por Grecia desde la Época Oscura, dando cuerpo común a todas las historias; y bien pudo ser ciego, pues etimológicamente homerein hace referencia a servir de rehén, estar ciego o depender de un guía, y nacer o vivir en Esmirna, donde se aúnan los dialectos griegos eolio y jónico, propios de la obra homérica.
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