Divinidad etrusca que no tiene paralelo en la mitología griega, este dios es hijo de Apolo y de la princesa Creusa (personaje que encontramos relacionado con los argonautas). Cuentan que, educado lejos de su madre, se convirtió en un glorioso guerrero que se dirigió a la conquista de Italia, donde fundó su propia ciudad. Allí, en su reino, acogió al dios Saturno cuando este fue expulsado tras la venganza de su hijo Júpiter; en recompensa, recibió un don: la capacidad de poder ver claramente y a la vez el pasado y el futuro, para obtener la sabiduría necesaria con la que gobernar en el presente.
Esta dualidad se manifiesta también en otros aspectos del dios Jano: es considerado el mediador entre las súplicas de los hombres y los dioses, y como dios de la astronomía controla el movimiento de rotación de la Tierra, el Oriente y el Occidente, el cielo y el mar y equilibra con su presencia el Cosmos. A él se dedican las fiestas del soslticio de invierno (cuando las almas abandonan la tierra) y el de verano (cuando las almas llegan a los cuerpos de los recién nacidos), así como cultos mistéricos relacionados con su capacidad divina de visión.
Se le invocaba el primer día del primer mes del año, dedicado a él, al iniciar la mañana en las casas y en la guerra, momento en el que las puertas de tu templo principal en el foro de Roma se dejaban abiertas (una mirando a Oriente, otra a Occidente), para que él colaborara en el restablecimiento del equilibrio.
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