Recuerda que eres sólo un hombre.
Un esclavo murmura al oído del general victorioso estas palabras, mientras celebra su triunfo militar en Roma -el único momento en el que los soldados pueden entrar armados en la ciudad eterna... Va sobre un carro dorado tirado por cuatro caballos, su rostro pintado de rojo y vestido como un rey, con cetro y rama de olivo en las manos.
Delante de la procesión, los magistrados y senadores; detrás, el botín obtenido en la campaña, para mayor gloria del pueblo romano -y de los soldados que se lo repartirán. Después, los bueyes blancos destinados al sacrificio -de ese color, como los usados al trazar el pomerio de una nueva ciudad. Les siguen los prisioneros, con sus armaduras como trofeos. Tras el carro del general los soldados, con coronas victoriosas de laurel, proclamando a voces el triunfo logrado. Por esta vez, además, se les permite cantar temas obscenos.
La procesión recorre la ciudad, atraviesa los circos, camino del Palatino, y de allí, hasta el Foro. Los jefes hechos prisioneros serán luego ejecutados -aunque, si entre ellos hay algún rey, podrá librarse del castigo. Tras esto, el general presidirá el sacrificio de los bueyes junto al templo de Júpiter en el Capitolio.
Los triunfos romanos tenían su origen en el mismísimo rey Rómulo, cuando los romanos, sin esposas, raptaron a las mujeres de las aldeas vecinas, venciendo en singular combate a los campesinos de la zona. Las armaduras de los líderes fueron colgados de ramas de roble, en señal de triunfo. Después, Rómulo encabezó una procesión con sus hombres, coronado por laureles. En época republicana se otorgaba a los generales que habían logrado un victoria total sobre un enemigo extranjero; durante el Imperio, sólo el emperador tenía derecho a esto, aunque los vencedores tenían derecho a una fiesta menor: la ovación, también con sacrificios a unos kilómetros de Roma, y una procesión a caballo o a pie con una corona de mirto.
- En honor a esta fiesta religiosa y militar se erigían arcos de triunfo, como puedes leer aquí.
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