La Infanta de Las meninas.

Hace unos días estuve con mis alumnos de 4º de ESO en el Museo del Prado, en Madrid: una visita más o menos rápida, cuasi tradicional ya y obligada por lo de "escolar". Como no pude resistir a mi particular tentación, un nuevo marcapáginas se ha agregado a mi colección tras la visita: la imagen de la Infanta Margarita de Austria, personaje central del cuadro de Las meninas o La familia de Felipe IV, del genial Velázquez

Margarita María Teresa de Austria (1651- 1673) fue la segunda hija de Felipe IV, pues ya tenía otra, la Infanta María Teresa, de su matrimonio anterior con Isabel de Borbón. La madre de Margarita fue Mariana de Austria, archiduquesa de Austria, sobrina de Felipe IV, regente de España y uno de los personajes de mayor importancia política de mediados del s. XVII. El nacimiento de esta niña casi le valió la vida a su madre, tras un día entero de duro parto, del que se recuperó casi tres meses después, y el disgusto de su padre, que no tenía heredero varón todavía; acabó siendo, sin embargo, la hija favorita del rey.

Posiblemente, lo más importante de la vida de la Infanta Margarita fue la cuestión de su matrimonio, que se convirtió en un asunto de Estado. Aunque en España eran sus hermanos varones los que tenían preferencia en asuntos de herencia dinástica, las mujeres mantenían sus derechos hasta su boda y se convertían, así, en piezas fundamentales en el juego político, pues transmitían los derechos sucesorios a sus hijos a hijas. En este caso, el matrimonio de esta joven era crucial: por tradición familiar, el primer candidato fue siempre Leopoldo I (1640- 1705), emperador del Sacro Imperio Germánico tras la muerte de su padre y de su hermano mayor, y, además, tío de la Infanta, pues era el hermano de la reina Mariana de Austria; el hecho de que la niña tuviera, desde bien joven, a la esposa del embajador alemán como preceptora, para aprender el idioma, atestigua este hecho.

Pero Felipe IV dilató la decisión de la boda de su hija hasta que esta contó cerca de catorce años, por diversas razones, siendo dos los más importantes: el dinero de los esponsales (los Habsburgo españoles estaban prácticamente arruinados) y la posibilidad de casarla con Carlos II de Inglaterra, a fin de evitar el matrimonio de este con una de las portuguesas de la Casa de Branganza, con la que España se encontraba entonces en guerra. El rey español barajaba, además, la posibilidad de retrasar esta boda lo máximo posible, pues evitando su matrimonio, la Infanta no perdería sus derechos sucesorios y, hasta el nacimiento de su hermano Carlos (el futuro Carlos II), era considerada heredera universal. 

La cuestión sucesoria de Felipe IV fue un asunto candente: su primera hija, la Infanta María Teresa, había sido casada con su primo Luis XIV de Francia, perdiendo sus derechos sucesorios al hacerlo. Del primer matrimonio de Felipe IV nacerían siete hijos, pero cinco de ellos murieron siendo niños y sólo sobrevivió, finalmente, la Infanta. De su segundo matrimonio tuvo cinco hijos, pero tres de ellos murieron siendo bebés, y la mala salud del futuro Carlos II no auguraba nada bueno (aunque esto ya no lo vivió Felipe IV).

Al emperador Leopoldo I se le ofreció la mano de  su sobrina mayor, la Infanta María Teresa, pero tras la boda de esta con el rey de Francia (algo de lo que se enteró por los mentideros de la Corte, dicen) en aras de la necesaria paz entre España y Francia, presionó para poder casarse con su otra sobrina, Margarita. El hecho de que su hermana Mariana fuera reina de España y después regente del país quiso ser aprovechado por él y sus embajadores (la reina se rodeaba de damas e hijas de embajadores alemanes), aunque pronto se reveló que la reina no se iba a dejar dominar por la situación (y el testamento de Felipe IV no dejaba explícitamente dispuesto este matrimonio).


Margarita de Austria es casada finalmente por poderes y llega a Viena en diciembre de 1666; la recibe un espléndido ballet ecuestre, dos ostentosos palios en el patio central del palacio de Hofburg y una representación operística de tema mitológico. Parece ser que la afinidad entre la joven y su tío- esposo fue notoria, pues ambos compartían no sólo la fe católica, sino también el gusto por la música y el teatro. Los intereses de la joven emperatriz nunca fueron por el terreno político, pero sí tuvo claro desde el principio su misión: otorgar un heredero a la casa de Habsburgo alemana; su matrimonio había servido para unificar de nuevo a las dos ramas de la familia y asegurar la candidatura de Leopoldo I al trono español, en caso del fallecimiento de su débil hermano Carlos II. 

Su objetivo maternal le costó la vida: sus hijos, todos archiduques de Austria, murieron siendo niños: Fernando Wenceslao (1667-68), Juan Leopoldo (1670) y María Ana Antonio (1672), sólo sobreviviendo María Antonia (que sería la madre de José Fernando de Baviera, candidato al trono español en la agonía de su tío Carlos II). Margarita de Austria moriría en el parto de su hija María Ana, y su cuerpo reposa en Viena.

Aprendiendo Latín con Learningapps

Hace unos días descubrí en la Red el programa Learningapps, que permite realizar actividades muy visuales como apoyo para el estudio de las lenguas, a través de la creación de crucigramas, juegos de respuesta múltiple, el conocido juego del ahorcado o tarjetas de vocabulario con imágenes.

He hecho algunas pruebas para mis alumnos de Latín de 4º de ESO; os dejo aquí la actividad que por ahora más les ha llamado la atención y que han realizado más veces, correspondiente al capítulo II del método Lingua Latina per se illustrata (LLPSI), que es el que estoy empleando en este grupo durante el presente curso.


Las casas romanas y la asignatura de Latín.

Continuando con la presentación de trabajos trimestrales realizados por mis alumnos de 4º de ESO en la asignatura de Latín, os dejo a continuación una presentación realizada con el programa Prezi por el alumno Jaime Casas, sobre las viviendas romanas: 




Dioses romanos y la asignatura de Latín.

Hace un par de cursos, varios de mis alumnos de 4º de ESO de la asignatura de Latín eligieron como tema para un trabajo trimestral el de la mitología romana. Un año más, esto se ha repetido y así os puedo dejar los trabajos de dos de ellos, hechos con el programa Glogster:


Otros trabajos de Latín este curso, aquí.

Casas romanas y mis alumnos de Latín.

Estos días son los últimos de la primera evaluación para mis alumnos de Latín de 4º de ESO, y a punto de cerrar la primera nota global, me llegan vía mensajería los trabajos trimestrales que les pedí hace dos meses.

Aquí os dejo la presentación hecha por mi alumna Sandra Pardo sobre las casas romanas: 


Procrastinación y el cómo empezar una tarea

Este curso soy tutora de un grupo de 4º de ESO; los temas a tratar en la sesión semanal de tutoría son nuevos para mí, en su mayoría, pero tras estos primeros meses de curso he observado que mantienen la misma línea que mis tradicionales grupos de tutoría de 1º o 2º de ESO: el problema de cómo gestionar el tiempo en clase y fuera de ella, empleándolo no sólo en aspectos académicos, sino también en las distintas cosas que realizan a lo largo de la semana. 

La tentación del "no puedo", "luego lo hago", "me da tiempo",.. es fuerte en la mayoría de este grupo con el que comparto seis horas semanales (que son muchas para un profesor de ESO, pues no es lo habitual): es decir, el cómo empezar y no dilatar en el tiempo el inicio de una tarea. El tema de la procrastinación, por tanto, ha sido hoy en la sesión de tutoría el eje central de la conversación. 

Os dejo aquí la presentación que he usado como guía:



Una de las posibles soluciones a la que más atención han prestado ha sido el avisar a otros de que se va a empezar a trabajar, aprovechando que el grupo está unido a través de una app de chat móvil. Me ha recordado, claro, a aquellas llamadas de teléfono de mi compañero de universidad Juan Ramón, con el que tenía largas charlas horas antes del examen y con el que me ponía de acuerdo para preparar las pruebas semanas antes. El hecho de comprometerse con otros -los iguales- y "quedar virtualmente" pasados unos 30 minutos de trabajo para comentar qué ha pasado, ha sido llamativo, por lo que he visto en sus caras -esos espejos que indican al docente cómo va el hilo de la clase.

La dinámica que he usado para romper el hielo y abordar el tema ha sido muy sencilla: compartir con ellos, como si tal cosa y sin dar explicaciones, una bolsa de palomitas de maíz: cuando se rompe el minuto 1 de afrontar una tarea, se es capaz de seguir con ella con fuerza de voluntad e inspiración. Como el iniciarse a comer palomitas de maíz: una vez cogida una, es inevitable -lo ha sido para varios de la clase- coger un puñado y mirar de reojo si quedan más...

  • Más sobre procrastinación, aquí.

Ío, Júpiter y la mitología griega

La luna Ío es uno de los satélites del planeta Júpiter, descubierta en 1610 por Galileo Galilei, y ha asombrado a la comunidad científica internacional al presentar en su superficie actividad volcánica, llegando a presentar al menos un lago de lava de 17ºC de temperatura (lo que es verdadero calor para un satélite que tiene 143º bajo cero de media...) y nos muestra una tonalidad anaranjada en su superficie. 

Pero Ío es mucho más... Porque en la mitología griega, Ío fue una princesa de Argos, nombrada por su padre sacerdotisa virgen de Hera Argiva, pero tan bella que el dios Zeus no pudo resistir la tentación de seducirla. Hera se enteró de esta relación -quizá la masa negra que Zeus solía crear cada vez que tenía una aventura extramatrimonial en la ciudad de turno era ya demasiado conocida para la diosa... A fin de escapar de la ira de su esposa, Zeus tocó a Ío, que quedó así transformada en una vaca, jurando que no había hecho nada. 


Hera, que no se fiaba en absoluto de su marido, pidió que le fuera entregada la vaca y la puso bajo la vigilancia de un guardián que no dormía nunca y vigilaba al animal a través de los miles de ojos que poseía por todo el cuerpo. De poco sirvió, porque cuenta que Zeus siguió viendo a su nueva amante aunque, eso sí, transformado en toro para la ocasión, hasta que, cansado de esconderse, le pidió a Hermes, patrón de los ladrones, que la robara. El robo le costó la vida al ladrón, que fue asesinado por Hermes de una pedrada.


Otros cuentan que Ío fue condenada a vagar errante por la tierra por parte de Hera, dificultando así a Zeus los encuentros amorosos con la joven, hasta que logró dejarla embarazada en Egipto tocándola con una mano, donde habría llegado en un largo viaje desde el norte de Grecia, Asia Menor, Siria y Fenicia. Junto al Nilo, Zeus le devuelve su forma humana, pudiendo dar a luz al nuevo hijo del dios, Épafo. La mitología egipcia se hizo eco de este hecho, asociando a Ío con la diosa Isis y a su hijo con el dios toro Apis. 

Épafo vivió en Egipto, dicen, casándose con Menfis, una hija del Nilo, fundando la ciudad que lleva este nombre y donde recibe adoración bajo su forma taurina de Apis. Su hija Libia fue raptada por Poseidón (cosas de familia).

Algo de todo esto debe recordar la Astronomía, pues Júpiter es el nombre romano de la divinidad griega Zeus... e Ío sigue dando vuelta alrededor de su amante...

Halloween y panellets.

Estos días observo cómo las clases de mi colegio y numerosos establecimientos se ven adornados por fantasmas, calabazas y arañas de distintos colores y tamaños: es la ambientación propia de la fiesta anglosajona -celta- de Halloween, que se remonta, posiblemente, al s. IV a.C. La finalidad: aplacar a los espíritus a base de banquetes ceremoniales y funerarios, costumbre muy típica de las antiguas culturas occidentales.


Pero es tiempo también de golosina: los antiguos romanos amasaban bolas dulces en estos días, los árabes hacían masas redondas de hojaldre y miel y en muchas mesas este fin de semana habrá golosas bandejas de buñuelos de viento y huesos de santo. Pero en la zona levantina de la península Ibérica y en Andorra el postre típico del 31 de octubre (y en menor medida, el 1 de noviembre) serán los panellets: unos pequeños bollos de masa de mazapán y frutos secos, sobre todo castañas y piñones, regados con moscatel. 

La tradición de los pequeños panellets se remonta, posiblemente, a las casas campesinas de los payeses catalanes, cuando, allá por el s. XIV, donde se hacían por estas fechas con los frutos recolectados (avellanas, almendras, piñones) y comidos tras ser bendecidos en la parroquia. Hay constancia escrita de esta costumbre ya en algunos recetarios del s. XVIII. En el s. XIX estos pastelitos se comían junto con castañas y vino, en cafés y fiestas privadas o de vecinos. 

Los hipopótamos egipcios son azules.


Hace unas semanas un amigo me regaló una alfombrilla para el ordenador; no es la primera vez que alguien, al pensar en un detalle para mí, recurre a un tema histórico. En esta ocasión se acordaron de mí en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

El objeto representado en mi nueva alfombrilla de ordenador se llama popularmente William, y es una reproducción de una pequeña estatuilla realizada en fayenza de esmalte azul, con decoración de plantas acuáticas, rememorando las marismas en las que vive el hipopótamo. La pieza original del museo se encontró en la tumba del mayordomo Senbi II, cerca de la moderna Asiut, durante el reinado de Sesostris I, de la XII dinastía; la cronología puede extenderse a su sucesor, dentro del final del s. XX a.C.

La presencia de figuras alusivas a animales sagrados es muy frecuente en el Antiguo Egipto: el carnero de Amón, la vaca de Hathor, el cocodrilo de Sobek, el ibis de Thot, el halcón de Horus, el escarabajo de Sepri,... El hipopótamo fue un animal ambiguo, pues como potencia destructora y peligrosa para los campesinos y pescadores egipcios, se asociaba al caos, a Set, pero representado como hembra se asimilaba a Taweret, una diosa de culto muy popular en el Imperio Nuevo. Esta divinidad tenía cuerpo de hipopótamo, cabellera y lomo de cocodrilo y patas de león: los tres animales considerados protectores de los niños y mujeres (de la misma manera que la hembra protege a sus crías), sobre todo de las embarazadas y parturientas. 

El color azulado de la estatua original, representado perfectamente en mi alfombrilla de ordenador, es un silicato de cobre de calcio: un pigmento artificial usado ya en el 5000 a.C y muy popular en el Imperio Nuevo en estatuas, sarcófagos y la fayenza, muy llamativa por su aspecto exterior vítreo brillante y su acabado suave. El color azul se asociaba en Egipto al cielo, el universo, el agua, y por lo tanto, al Nilo y a la vida. 

¿Qué pasa con el acueducto de Segovia?

Debe ser evidente para todos mis lectores que la larga presencia del mundo romano en la península Ibérica ha dejado su huella: no sólo usos, costumbres, lenguaje,..., sino también en el panorama arquitectónico de España: los antiguos romanos no fueron, quizá grandes inventores de edilicia, pero sí enormes trabajadores que fueron capaces de asumir como propios técnicas o herramientas constructivas que otros antes que ellos habían usado...

El paisaje español está lleno de kilómetros de antiguas calzadas, casas, teatros, anfiteatros, circos, alcantarillado, termas... Los acueductos son, sin duda, una de las construcciones que más llaman la atención. 

Y, una vez más, no me fallaron: hace poco acompañé a un grupo de alumnos de 4º de Secundaria a la ciudad de Segovia, donde todavía se mantiene -y hasta hace no muchos años, incluso en activo- el acueducto de la ciudad (debería decir, más correctamente, el conjunto de arcos principales de la ciudad, ya que el acueducto es toda la conducción de agua, desde el embalse de origen), realizado a finales del s. I; Con una altura máxima de casi 29 metros, todos los bloques se unieron tras un estudiado conjunto de fuerzas, de manera que no hizo falta argamasa que uniera las piedras. El conjunto transportaba agua desde la Fuenfría, a 17 kilómetros de la ciudad, hasta las fuentes principales de la localidad. 




Para su construcción, los sillares eran transportados usando rodillos de madera o rampas de madera; si debían estar colocados por encima de la altura de una persona, se elevaban con un sistema de poleas movido por esclavos, y para colocar los más elevados se emplearon andamios y cimbras, sobre las que se encajaban las dovelas de los arcos; los sillares centrales de estos (claves) tienen forma de cuña, y ejercen la presión suficiente como para mantener en pie cada arco. Los agujeros que hoy vemos en los sillares fueron realizados para encajar las tenazas metálicas que los sujetaban y subían hasta su disposición final. 

A fin de encajar los sillares, los canteros se desplazaban por la obra, tallando y labrando las caras de las piedras para que encajaran; las marcas de sus picos o de las cuñas de madera humedecida empleadas se pueden observar en las hendiduras que hay entre los sillares.




Sabemos que en la parte superior de la arcada principal había un texto donde se haría referencia al año de construcción, hoy perdido, así como una imagen de Hércules, tradicionalmente considerado el fundador de la ciudad. Hoy hay una imagen de la Virgen de la Fuencisla, a la que la ciudad es muy devota; cuentan que se colocó ahí cuando una niña logró ganar en una apuesta al mismísimo diablo: harta de tener que subir y bajar a por agua, pidió que se construyera algo para facilitarle su labor diaria, y el diablo se ofreció, a cambio de su alma, si conseguía acabar el acueducto antes de que cantara el gallo. Afortunadamente, el gallo terminó de cantar justo antes de que el diablo pusiera la última piedra de la construcción, y es en ese hueco donde se colocó, según la tradición, la imagen de la Virgen.

  • Más sobre arte romano, aquí.

El nombre de Felipe y España (V): Felipe V (segunda parte)

Cuando se firmaba el Tratado de Utrecht en 1713 se abría la puerta al trono de España para la dinastía francesa de los Borbones. Felipe d'Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV, se convertía en el sucesor de Carlos II de Habsburgo, reinando como Felipe V.

Casado en primeras nupcias con María Luisa Gabriela de Saboya (1688- 1714), hija del duque Víctor Amadeo de Saboya y de la princesa Ana María de Orleáns. Su suegro no desaprovechó la ocasión que se le presentaba, y nombró como camarera personal de la nueva reina de España a María Ana de Tremouille, duquesa de los Ursinos; de esta manera, el rey francés se aseguraba una fluida comunicación entre los nuevos reyes y su persona, pudiendo así influir en la política española, aunque de manera discreta. 
María Luisa de Saboya
La influencia francesa se dejó ver pronto en las líneas básicas de la política exterior de los nuevos reyes, hasta aproximadamente el año 1720. Bajo la influencia de la duquesa de Ursinos y Luis XIV, esta primera parte del reinado de Felipe V se caracterizó por la renovación cultural de España, la fundación de la Biblioteca Nacional (1712), de la Academia de la Lengua (1713) y luego de otras -al modo francés- y la centralización de la Administración siguiendo la estela de Francia: se abolen los fueros aragoneses y valencianos, se suprimen las autonomías de Aragón y Cataluña y se implantan las leyes castellanas en todo el territorio, salvo en Navarra y las zonas vascas.

A la muerte de la reina María Luisa, Felipe V se casa con  Isabel de Farnesio (1692- 1766) , hija Eduardo y Dorotea de Neoburgo, duques de Parma. Es a partir de 1714 cuando la política seguida por Felipe V gira hacia la influencia italiana, idea sin duda apoyada -o motivada- por su esposa, que expulsó a la duquesa de los Ursinos de España, e iniciando una política exterior muy agresiva, encaminada a la revisión del Tratado de Utrecht y a la recuperación de algunos territorios italianos y mediterráneos, como Gibraltar y Mahón. La respuesta internacional no se hizo esperar, culminando en una guerra contra Francia, Inglaterra, Prusia, Holanda, Suecia y Dinamarca cuando España reconoce para la imperial Compañía de Ostende los mismos derechos comerciales que ya tenían Holanda e Inglaterra.

Felipe V e Isabel de Farnesio

Felipe V abdica en 1724 en su hijo Luis; se esperaba la muerte prematura de Luis XV (que, sin embargo, murió en 1774); si su padre y el duque de Borgoña, hermano de Felipe V, morían, Felipe V podía acceder al trono de Francia. Para ello era imprescindible que abandonara el español. Sin embargo, Luis I murió en agosto y Felipe V, viendo que sus posibilidades de reinar en Francia disminuían, volvió a tomar la Corona española. 

La segunda parte del reinado de Felipe V se caracteriza por unas miras más españolas, abandonando la influencia italiana y se rodea de ministros españoles; los pactos familiares establecidos con Francia obligan a España a ayudar al país vecino en las guerras de sucesión polaca y austríaca, que permiten a Felipe V recuperar Nápoles y Sicilia. En este segundo reinado, además, los esfuerzos en política interior se centran en la restauración económica del país, la centralización administrativa, el fomento de la investigación desde las Academias y la Biblioteca Nacional y el impulso comercial hacia las Indias.



Felipe VI tuvo una numerosa descendencia, aunque varios de sus hijos murieron jóvenes; algunos de ellos, además, se alzaron en el trono de algunos países europeos de la época: con María Luis de Saboya tuvo cuatro hijos: Luis I (1707- 1724), Felipe y Felipe Pedro (que murieron de niños) y Fernando VI (1713- 1759), que fue rey a la muerte de su padre. Con Isabel de Farnesio tuvo varios hijos e hijas: Carlos III (1716- 1788), que fue rey de España a la muerte de su hermanastro Fernando VI, Ana María Victoria (1718- 1781), que fue reina de Portugal, Felipe I de Parma (1720- 1765), Mª Teresa (1726- 1746), que se casaría con su pariente lejano Luis Fernando, Delfín de Francia, y los infantes Luis Antonio (1727- 1785) y Mª Antonieta (1729- 1785).

Los cronistas cuentan que al final de sus días Felipe V presentó una grave incapacidad para gobernar, quizá fruto de un desequilibrio mental. Fue enterrado en el Palacio Real de la Granja, por deseo expreso del rey. 

En clase, yo y Anatomía de la Historia (7)

La revista Anatomía de la Historia publicó ayer una breve reseña escrita por mí sobre un interesante libro de Javier Negrete: Roma invicta. Agradezco desde aquí a su editor, José Luis Ibáñez, la deferencia. 

Puedes leer el artículo pinchando aquí. ¿Leíste mis artículos sobre gazapos históricos de mis alumnos? Mira aquí

El nombre de Felipe y España (V): Felipe V (primera parte)

El rey Felipe IV dejaba sólo un heredero para el trono español: el enfermizo Carlos II, último representante de la rama austriaca en España. Rey desde 1665 hasta 1700, las dos princesas europeas que fueron elegidas para ser sus esposas, María Luisa de Orléans y Mariana de Neoburgo -tras la trágica muerte de la anterior-, intentaron -en vano- darle a Carlos II un heredero. Algo imposible, dada la debilidad del rey español, así como sus graves problemas físicos y psicológicos, fruto de los sucesivos matrimonios endogámicos de la familia Habsburgo; aunque, eso sí: el problema del monarca fue considerado en su época fruto de los hechizos a los que estaba sometido por el demonio desde su juventud.

Sin embargo, el siguiente rey español sí tenía algo que ver con Carlos II: Felipe V (19/12/1683, Versalles- 9/7/1746, Madrid), era su sobrino-nieto. La muerte de Carlos II sin heredero directo origina un grave problema sucesorio que repercute en toda Europa; aunque el Imperio español es decante, aún su poder naval es grande y no interesa que la poderosa casa real francesa tome posiciones en la península. 




El último Austria español deja en su testamento a Felipe, duque de Anjou, bisnieto de Felipe IV y nieto del rey francés Luis XIV, como heredero a la Corona española en 1700: ha estallado la Guerra de Sucesión, en la que entran en juego José Fernando de Baviera -otro sobrino nieto de Carlos II, y el archiduque Carlos de Austria -bisnieto de Felipe III y sobrino de Felipe IV. 

Felipe d'Anjou
La guerra termina con la firma del Tratado de Utrecht en 1713, que supuso para España la entrada de la dinastía de los Borbones, cuyo primer representante en Francia se remontaba a Enrique IV el Grande (1553- 1610); además, se perdían territorios en Italia (que pasaban al Imperio Alemán) y Países Bajos (bajo control de Saboya), Menorca y Gibraltar (cedidos a Inglaterra) y la colonia -hoy uruguaya- de Sacramento (que pasaba a manos portuguesas). Además, Felipe V renunciaba para sí y todos sus descendientes a sus derechos dinásticos sobre el trono de Francia. 

El nombre de Felipe y España (IV): Felipe IV (segunda parte)

El conde- duque de Olivares, Gaspar de Guzmán, fue el primer valido de Felipe IV (1605-1665); su objetivo de gobierno fue lograr que la presencia hegemónica de España en Europa fuera reconocida y que
todos los territorios españoles estuvieran unidos bajo la soberanía del monarca, siguiendo el modelo francés.


En el desarrollo de esta política exterior, Olivares tuvo que hacer frente a varias guerras: contra los Países Bajos, contra Inglaterra y contra Francia (estas últimas, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años que asoló el continente desde 1618). El punto débil de los Países Bajos era el desarrollo de sus rutas comerciales con la costa báltica, de manera que los esfuerzos del valido se centraron en lograr cortar el contacto con el Báltico (no se consiguió) y en reforzar la fuerza naval de España (que sí se logró). Con Inglaterra empleó lazos diplomáticos con el emperador alemán y el rey Jacobo de Inglaterra, hasta la muerte de este. 


El asunto francés fue más grave y complejo. El rey Luis XIII, cuñado de Felipe IV, no se decantó hasta 1635 sobre el bando en el que participar en la Guerra de los Treinta Años; apoyar a España y Austria suponía apoyar el catolicismo, pero apoyar al bando protestante -teniendo en cuenta que Francia acaudillaba la cuestión católica, esta posibilidad es llamativa-, permitiría poner fin al dominio europeo de  los Habsburgo alemanes y españoles. Finalmente, en 1635, ante la victoria española y austriaca contra los suecos en Nordlingen, Luis XIII declara la guerra, en favor de los protestantes; el miedo francés: acabar cercada por España en su lado oriental, pues desde Milán hasta Flandes se había desarrollado, bordeando la frontera entre ambos países, un pasillo por el que los españoles transportaban mercancías, dinero, soldados y armas.

La situación económica de España a lo largo del reinado de Felipe IV no ayudó a los asuntos exteriores: al esfuerzo económico y tributario se le unió la subida de impuestos y precios, así como el endeudamiento progresivo del país, la devaluación monetaria, las malas cosechas y la negación de préstamos intenacionales, que llevó finalmente a Olivares a reemplazar a los banqueros genoveses por portugueses, más afines a sus intereses políticos. A lo largo de mediados del s. XVII las bancarrotas se fueron sucediendo, siendo la primera la de 1627.

La política seguida por el conde-duque incluyó la solicitud, a todos los territorios, de la aportación de armas y soldados para el mantenimiento de las guerras europeas libradas por España; evidentemente, esta propuesta, concretada en la Unión de Armas (1626) no ayudó a la situación del país, provocando una fuerte oposición. No extraña... 500 000 catalanes, por ejemplo, debían aportar lo mismo que los tres millones de napolitanos.... Parece que Olivares no tuvo en ningún momento presente la gran debilidad española del momento: la falta de cohesión administrativa y territorial del Imperio español; las rebeliones en Cataluña y Portugal (donde el duque de Braganza ya oía su nombre como nuevo rey) deberían haberle servido de reflexión...


En 1642 Olivares re retira políticamente, siendo sustituido por su sobrino, Luis Méndez de Haro, tras un tiempo en el que Felipe IV se encargó sólo de las tareas de gobierno. El nuevo valido tuvo que hacer frente a la rendición española en 1648: la Paz de Westfalia ponía punto y final a un terrible conflicto que se había cobrado miles de vidas en Europa y había enfrentado a prácticamente todo el continente; la rendición suponía el declive de la casa de Habsburgo, la hegemonía europea de Francia y el reconocimiento de la independencia de Holanda. 

La paz con Francia llegaría poco después, en 1659: la firma de la Paz de los Pirineos venía acompañada de un acercamiento diplomático que buscaba el enlace de la infanta María Teresa con Luis XIV; la hermana de Felipe IV, Ana de Austria, estaba actuando en ese momento como regente. 

Felipe IV fue, además, un hombre con problemas sucesorios -aunque no tan extremos como los que tendría su propio hijo, Carlos II. De su matrimonio con la princesa francesa Isabel de Borbón (1602-1644) nacerían varios hijos, pero todos fallecieron siendo bebés o niños, salvo una princesa: las infantas María Margarita, Margarita María Catalina, Margarita Eugenia, Isabel y María Antonia morirían algunas sólo con meses de vida; el infante Baltasar Carlos muríó en la adolescencia, y sólo la infanta María Teresa sobreviviría, llegando a ser reina de Francia. 


Isabel de Borbón
Mariana de Austria


Posteriormente el rey se casó con su sobrina Mariana de Austria (1634- 1696), hija de Felipe III y Margarita de Austria. De este matrimonio nacieron también varios hijos, pero con fatídica suerte: María Ambrosia, Felipe Próspero y Fernando Tomás morirían con menos de cinco años; Margarita María llegaría a ser emperatriz. Felipe IV deja sólo un heredero: Carlos II (1661- 1700), el último representante de la dinastía de los Habsburgo españoles. 

  • La Guerra de los Treinta Años, aquí. 
  • Europa tras la Paz de Westfalia, aquí. 
  • La política interior del conde-duque de Olivares, aquí
  • Otros reyes españoles llamados Felipe: I, II, III, VI
  • Árbol genealógico de la monarquía española, aquí
  • Ficha biográfica de Felipe IV, aquí

El nombre de Felipe y España (IV): Felipe IV (primera parte)

Rey con sólo dieciséis años, Felipe IV (1605-1665) fue hijo de Felipe III y Margarita de Habsburgo, rey de España hasta su muerte y de Portugal hasta 1640. De personalidad atrayente, destacó por su gran cultura y dotes artísticas, que volcó en labores de mecenazgo (Velázquez fue su pintor de Corte y Rubens hizo labores diplomáticas para él), así como en sus dos grandes aficiones: la caza y las comedias. Eso sí, mantuvo la línea de gobierno de su padre, cediendo tareas de poder a su valido, Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, y luego en su sobrino, Luis Méndez de Haro, marqués de Carpio.

El reinado de Felipe IV está marcado por un fuerte lastre: la idea de mantener, a toda costa, los conflictos en el norte y centro de Europa, en detrimento de los graves problemas sociales y económicos de la península y de las colonias españolas en América. 

A este empeño contribuyó, y mucho, la política seguida por Olivares, que entró en la Corte como un elefante en una cacharrería, sustituyendo a todas las personas con responsabilidades que habían trabajado para su antecesor, el duque de Lerma -eso sí, colocando en su lugar a sus propios amigos y familiares. El gran objetivo político del conde-duque era ver reconocido el poder del rey español y a España como potencia hegemónica en Europa -a estas alturas, lo que había ya casi era el honor y la resistencia de las tropas de Flandes-; siguiendo el modelo francés, bajo la soberana autoridad del rey se agruparían todos los territorios españoles, de manera que el monarca sería la representación del Estado. 

Por tanto, tres son los grandes puntos de conflicto para Felipe IV en Europa: los Países Bajos (que estaban atacando los intereses comerciales de las colonias portuguesas, a pesar de la tregua que se había firmado en vida de Felipe III), Inglaterra (las naves inglesas llegaron a Cádiz en 1625) y Francia (en el contexto de la grave guerra de los Treinta Años... y el hecho de que Luis XIII estuviera casado con la hermana de de Felipe IV no parecía pesar...). 

A este panorama político hay que añadir la terrible situación económica que venía atravesando ya desde finales del reinado de Carlos I, bisabuelo de Felipe IV, y que se concretaría durante este reinado en sucesivas bancarrotas y la pérdida de la confianza de los banqueros genoveses, amén de las malas cosechas sucesivas, que dejaron a la mayoría de la población peninsular -sobre todo, castellanos-, por debajo del umbral de la pobreza.

El nombre de Felipe y España (III): Felipe III

Hijo de Ana de Austria y de Felipe II, Felipe III (14.4.1578- 31.3.1621) fue un heredero deseado -su madre fue la cuarta esposa de su padre-, siendo rey de España y Portugal desde 1598 hasta su muerte. Muchos consideran su reinado como una transición entre el gobierno imperial de Felipe II y la decadencia política y familiar de los Austrias españoles del s. XVII.


Destacando por su carácter bondadoso y dócil (cuentan que no daba un paso sin pedir permiso a su padre), políticamente fue un rey débil y quizá negligente -algo de lo que fue consciente al final de su vida-, delegando totalmente las tareas de gobierno y decisiones políticas en sus validos, Francisco de Sandoval, duque de Lerma, y después en el hijo de este, Cristóbal Gómez, duque de Uceda.

Su reinado se caracterizó por dos hechos: la búsqueda de la pacificación de los territorios dinásticos (aunque no de manera definitiva) y los problemas financieros, que ya venían arrastrándose desde el final del reinado de su abuelo, Carlos I; aunque las deudas contraídas a corto plazo con banqueros genoveses pudieron cambiarse por deudas a largo plazo, esto no evitó la devaluación monetaria en Castilla ni las sucesivas quiebras. Además, por si esto fuera poco, la península se vio azotada por una grave epidemia de peste que diezmó la población. 

Hereda de su padre tres graves conflictos, a los que logra acallar -que no controlar ni terminar- con maniobras diplomáticas de sus embajadores o por casualidades históricas. Así, se firma la paz con Inglaterra en 1604 -facilitada por la muerte, el año anterior, de Isabel I de Inglaterra- y cesan los intentos de invasión a la isla por parte de España -todos infructuosos, a pesar de la ayuda prometida por los irlandeses.; la muerte de Enrique IV de Francia permite también una tregua -logrando salvar la vía de comunicación entre Milán y Flandes de los ataques franceses- y, sin intención de retirarse de Flandes, sí se firma una tregua de doce años en la zona, en 1609. 

Esto no supone la desaparición de los españoles de la política europea internacional, pues el inicio de un fuerte conflicto que sacude toda Europa, la Guerra de los Treinta Años, en 1618, obliga a Felipe III a participar ayudando a la rama austríaca de la dinastía, a fin de mantener la defensa del catolicismo y los intereses españoles en el norte de Italia. 

Las sucesivas pacificaciones temporales permiten a Felipe III (a sus validos, más bien) afrontar el problema interno: la presencia de moriscos en la zona de Valencia, que es vista como un ataque al catolicismo... y una posible colaboración a los piratas que estaban atacando en el Mediterráneo. Los moriscos son expulsados entre 1609 y 1614; las consecuencias económicas y demográficas de la marcha de casi 300 000 personas no fueron ajenas en ningún momento al rey, pues la falta de mano de obra y la bajada de la productividad fueron evidentes.

Felipe III se casó con Margarita de Habsburgo (1584- 1611), hija del archiduque Carlos de Estiria y primo segundo, por tanto, de Felipe II. Cuentan que la princesa deseaba entrar en un convento, pero sus padres concertaron el matrimonio con su primo español, con el final de afianzar los lazos dinásticos y familiares y asegurar la continuidad de los Austrias españoles, ya que su madre había tenido quince hijos y, por lo tanto, se presuponía su fertilidad. El matrimonio tuvo cinco hijos: el futuro Felipe IV y los infantes Ana (que sería reina de Francia), María Ana, Carlos y Fernando. 

A su muerte, Felipe III deja un heredero de apenas 16 años, que deberá hacer frente a la Guerra de los Treinta Años y a una situación económica ruinosa, con un Tesoro agotado que no podía sostener los gastos del reinado...

  • Árbol genealógico de la monarquía española, aquí
  • Ficha de Felipe III, aquí
  • El primer Felipe de España, aquí
  • El escudo de armas de otro Felipe: el VI, aquí. 
  • Biografía breve de Felipe III, aquí

Bartimeo, el pan, la sal y mis alumnos.

El curso pasado comencé un site en Google llamado El pan y la sal, destinado a publicar los trabajos realizados por mis alumnos de Religión Católica de 2º de ESO, dentro de la actividad del Taller de Biblia. 


Durante el año 2012/2013 trabajé en clase con los alumnos los personajes de Rut, Judit y Zaqueo. El curso 2013/2014 comenzó con dificultades para el nuevo grupo de 2º de ESO en el que daba esta asignatura y la primera experiencia, la historia de Sara, no fue positiva y el grupo no alcanzó los objetivos previstos; sin embargo, el trabajo realizado sobre el personaje de Bartimeo, a final de curso, sí caló en los alumnos, quizá porque esta historia del Nuevo Testamento era más conocida o porque lo de Sara, sí había servido... para conocer la dinámica. 

Os invito a conocer el trabajo realizado por estos alumnos pinchando aquí. ¿Qué os parece?

Un libro: Guardianas nazis.



Os recomiendo hoy un libro de investigación y recopilación biográfica de algunas de las más terribles mujeres que cuidaron los campos de concentración femeninos o las zonas para mujeres de los campos de exterminio; pasan por estas páginas Ilse Koch, Irma Grese, María Mandel, Herta Bothe, Dorothea Binz, Hermine Braunsteiner,... Una primera parte del libro se centra en aquellas que más destacaron por su crueldad y trato a los prisioneros, con extensas biografías de cada una, y la segunda parte apunta brevemente otras mujeres que colaboraron con el régimen nazi como vigilantes en distintos campos alemanes o de la Polonia ocupada. Acompañan estas páginas, además, algunas fotografías de ellas, así como imágenes de los prisioneros, la vida en los campos y el momento de la liberación aliada de algunos de ellos. 

La pretensión de la autora a lo largo del libro es destacar el papel femenino en la masacre nazi, de igual importancia que lo realizado por los hombres, así como la situación familiar, psicológica y educativa de aquellas mujeres que colaboraron con el genocidio judío, sin exculparlas en ningún momento. Acompaña a esta reflexión una abundante bibliografía. 
  • Un ejemplo de datos aportados por este libro, aquí

El espacio de las mujeres en Auschwitz- Birkenau.

Cuando el campo de exterminio de Auschwitz se quedó pequeño, se contruyó en 1941 un segundo complejo a tres kilómetros, en Birkenau, destinado a poner en práctica la Solución final. Las cuatro cámaras de gas de Birkenau comenzaron a funcionar en 1942, hasta que el campo fue liberado por el ejército soviético en enero de 1945.

En Birkenau (Auschwitz II) se creó una zona destinada a mujeres, bajo el mando de María Mandel (1912-48). El nuevo espacio destinado a presas políticas, judías, gitanas y opositoras al régimen nazi tenía diversos refugios hechos de ladrillo y madera, construidos como establos, con techos sin tejas, suelos siempre embarrados -Mandl ordenaba a las presas que lavaran su ropa y plato en los charcos cuando llovía- y con una letrina para cada mil mujeres, aproximadamente. En cada barracón al principio se colocó a unas 120 mujeres, pero a medida que las presas fueron aumentando superaron las mil personas en cada uno. 

Se calcula que el espacio destinado a cada mujer en cada uno de los barracones era inferior al de un gallinero pequeño: 0'28 metros cuadrados (el espacio vital habitable se calcula que oscila entre 1 y 9 metros) para cada una (una gallina necesita un mínimo de 2 metros cuadrados para desarrollarse adecuadamente). El hacinamiento en cada barracón afectaba también al aire: 730 l. para cada una (un adulto necesita entre 13000 y 15000 l. de aire al día).


Y así era César.

Cayo Julio César pertenecía a una rama de la prestigiosa gens Julia, que decían descender del propio Eneas -y, por tanto, de la diosa Venus. El cognomen, césar, habla para algunos del nacimiento de Cayo Julio por cesárea -cosa poco probable, por el riesgo para la mujer que implicaba en aquella época-, para otros porque el primero de esta rama mató un elefante -en bereber, caesai, lo que se puede enlazar con aquellos animales africanos exóticos que César llevó a Roma: las jirafas...- y para otro grupo hace referencia más bien al color azul claro -caesi- de los ojos de muchos miembros de estos julios.


César, además, destacó por su aspectos físico y porte: era bastante alto y delgado -fibroso, fruto de sus entrenamiento militares ya desde joven, en el Campo de Marte-, de rostro afilado y marcado; además, gustaba de marcar la diferencia vistiendo de manera llamativa, con el cinturón de la túnica un poco suelto y esta misma prenda con mangas ligeramente más largas de lo habitual.. Comía y bebía poco, lo que seguro que influyó en su resistencia física, aunque no le evitó sufrir de fuertes dolores de cabeza. Se sabía atractivo y se aprovechaba de ello; una prueba de esto fue el romance que tuvo con Cleopatra VII en el año 48 a.C, teniendo ella 21 años y él 52...

La primera jirafa en Roma: año 46 a.C

Celebrar un triunfo para un general romano era poder tocar el cielo, aunque recordando siempre que se es sólo un hombre -ya se encargaba de eso el esclavo que susurraba al oído del triunfador esto, durante la procesión y ovaciones. Era el reconocimiento del Senado, la más alta institución de la República, a un general victorioso.

Pero, además, el Senado decretaba días de acción de gracias como conmemoración de esa acción militar; en honor a las victorias y proezas bélicas de Julio César  se regalaron varios días, en distintos momentos -para horror de Pompeyo, su amigo y aliado político casi hasta el final de su vida, y para bien de los propagandistas que César tenía en Roma durante sus ausencias militares-: quince días en el año 57 a.C, cuando derrotó a los belgas, veinte cuando arribó a Britania, otros veinte al vencer al líder galo Vercingetórix, cuarenta en la batalla de África -victoria que fue maquillada como una guerra contra el rey númida Juba, pues en realidad fue una lucha entre romanos. 


Fue en el año 46 a.C, tras la batalla africana, cuando el Senado le otorgó el segundo triunfo; el primero no lo había celebrado, renunciando a él para presentarse por primera vez a las elecciones al consulado. Y César aprovechó ese triunfo para celebrar sus cuatro memorables victorias -cuatro, sí: una victoria, un triunfo más que Pompeyo. Desde mediados de septiembre hasta principios de octubre, el pueblo de Roma disfrutó de los desfiles, los prisioneros encadenados -entre ellos, Vercingetórix, Arsínoe, la hermana de Cleopatra y el hijo pequeño de Juba-, los carros con los botines y metales preciosos, el reparto gratuito de trigo, los banquetes públicos... y la exhibición de animales exóticos, como jirafas. 

Era la primera vez que se veían jirafas en Europa...

¿Quién es quién en la legión romana?

Lo admito: una de las cosas que más me llama la atención del antiguo mundo romano es la capacidad de sus legiones. Capacidad organizativa y tecnológica superiores que les permitieron conquistar toda Europa (o, al menos, la Europa conocida hasta aquel momento, que viene a ser lo mismo), arrasar en la Galia, construir en horas un campamento en las orillas cercanas a Dover en la invasión de Britania o nombrar emperadores a finales del Imperio como si fueran churros, aprovechando la situación política...


Para convertir a los 6000 hombres que, en general, formaban una legión -y recordemos que Roma llegó a tener a 33 legiones activas en el año 197- hace falta una férrea disciplina y una jerarquización clara y muy controlada en los puestos de máxima responsabilidad. 

Así, el soldado de a pie, el que acaba de empezar -quizá con la esperanza de lograr la plena ciudadanía tras servir 25 años en el ejército, comenzando con unos 16 años- era el miles: el soldado raso que trabajaba en las tareas más pesadas, sin ninguna especialización. El ascenso inmediato suponía tener el rango de inmune, que ya no realizaba esas tareas pesadas y se dedicaba a trabajos más especializados, como ser escribiente o técnico. Posteriormente ser principal permitía obtener el lujo de hasta doble paga (450 denarios anuales, aproximadamente) y pertenecer al cuerpo de portaestandartes (el signum era la enseña de cada centuria), suboficiales u oficiales. 

El gran salto era lograr el puesto de centurión. Al frente de cada centuria -cien hombres-  había uno, y según el rango y experiencia de la centuria correspondiente, así era la posición en la jerarquía interna de los centuriones. El que dirigía la primera centuria era el oficial de más alta graduación de toda su cohorte -unos 600 hombres-, el pilus prior; y si esa centuria era la primera de todas en la primera cohorte, su centurión estaba al frente de las tropas de élite y tenía más experiencia y antigüedad que todos los demás, por lo que recibía un trato especial como primus pilus o primipilo, justo por debajo en la jerarquía de los grandes oficiales: el legado -nombrado por el emperador para dirigir a toda la legión- y los tribunos militares -que dirigían las cohortes.

Los tribunos, a su vez, tenían una jerarquía interna propia: el tribuno laticlavio era un senador joven que entraba así en contacto con la vida militar, dirigiendo directamente las dos primeras cohortes, las más experimentadas. Los tribunos angusticlavios son miembros del orden ecuestre con poco poder militar -aunque algunos han podido servir antes en las tropas auxiliares de la legión-, pero sí con poder administrativo.


Junto con el cónsul -jefe del ejército, entre otros cargos de máxima importancia política-, tribunos y legados  no requerían experiencia militar, ya que eran cargos políticos del cursus honorum del ciudadano romano. 

  • La graduación militar romana, aquí
  • La comida de un legionario romano, aquí
  • La organización de los legionarios en contubernios, aquí
  • El manual del perfecto legionario, aquí
  • La organización básica de la legión romana, aquí

500 años de retrato femenino en 2 minutos.

A través de Facebook me llega hoy esta curiosa presentación del rostro de la mujer en 500 años de arte, realizada por Philip Scott Johnson.

¿Quién es quién en cada retrato?

El nombre de Felipe y España (II): Felipe II

Hace unos días comenzaba una serie de entradas sobre los reyes españoles que han tenido el nombre de Felipe, tras la proclamación como Rey de España de Felipe VI. El primero con ese nombre, Felipe I, casado con Juana de Castilla, tuvo un reinado muy breve, como expliqué hace poco; pero no se puede decir lo mismo de Felipe II (1527- 1598), ya que su reinado abarcó 42 años

Felipe II fue hijo del emperador Carlos I y de Isabel de Portugal -nieto, por tanto, de Felipe I y bisnieto de los Reyes Católicos. Su Imperio se extendió por cuatro continentes, tras ser proclamado rey de Portugal en 1580, tras la muerte sin descendencia del rey Enrique I, pues tenía derechos sucesorios como nieto de Manuel I de Portugal, el padre de su madre. 


Apoyándose en un complejo sistema centralizado, Felipe II tuvo dos grandes objetivos en su reinado: el mantenimiento de la hegemonía hispánica en Europa -lo que suponía defender Flandes a toda costa, como petición personal de su padre- y la defensa del catolicismo en un continente en el que el Imperio Otomano estaba pisando fuerte, amenazando las posesiones españolas en Italia. Sin duda, tanto Flandes como los turcos fueron los dos grandes dolores de cabeza del rey prudente, y no sólo por la acumulación de deudas y las consiguientes bancarrotas, sino por los recursos militares empleados, no pudiendo evitar la división de Flandes en una zona norte protestante y otra sur, católica -algo que su padre no hubiera visto con buenos ojos. Para la Historia ha quedado la victoria naval de Lepanto (1571) frente a los turcos, aliándose con los Estados Pontificios y Venecia...


Volcado en su política exterior, se casó cuatro veces y cuatro acabó viudo: con la infanta María de Portugal, María I Tudor -reina de Inglaterra-, la princesa francesa Isabel de Valois y con Ana de Austria, su sobrina, y con la que tuvo al fin a su hijo varón y heredero. Aún así, Felipe II confiaría siempre en la valía de sus dos hijas, Isabel Clara Eugenia -que llegó a ser gobernadora de los Países Bajos - y Catalina Micaela, ambas tenidas con su esposa francesa. 




El largo reinado de Felipe II permitió además consolidar varios logros, como la unidad peninsular tan deseada por sus bisabuelos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, potenciar el poder de los secretarios reales -mermando el de la nobleza, a pesar de la traición personal de uno de ellos, Antonio Pérez- y el desarrollo administrativo y judicial de los Consejos.

  • Biografía de Felipe II, aquí y aquí
  • Un interesante resumen sobre Felipe II, aquí
  • Felipe II fue un rey austero que impuso una rígida etiqueta en el vestir de la Corte, aquí