Halloween y panellets.

Estos días observo cómo las clases de mi colegio y numerosos establecimientos se ven adornados por fantasmas, calabazas y arañas de distintos colores y tamaños: es la ambientación propia de la fiesta anglosajona -celta- de Halloween, que se remonta, posiblemente, al s. IV a.C. La finalidad: aplacar a los espíritus a base de banquetes ceremoniales y funerarios, costumbre muy típica de las antiguas culturas occidentales.


Pero es tiempo también de golosina: los antiguos romanos amasaban bolas dulces en estos días, los árabes hacían masas redondas de hojaldre y miel y en muchas mesas este fin de semana habrá golosas bandejas de buñuelos de viento y huesos de santo. Pero en la zona levantina de la península Ibérica y en Andorra el postre típico del 31 de octubre (y en menor medida, el 1 de noviembre) serán los panellets: unos pequeños bollos de masa de mazapán y frutos secos, sobre todo castañas y piñones, regados con moscatel. 

La tradición de los pequeños panellets se remonta, posiblemente, a las casas campesinas de los payeses catalanes, cuando, allá por el s. XIV, donde se hacían por estas fechas con los frutos recolectados (avellanas, almendras, piñones) y comidos tras ser bendecidos en la parroquia. Hay constancia escrita de esta costumbre ya en algunos recetarios del s. XVIII. En el s. XIX estos pastelitos se comían junto con castañas y vino, en cafés y fiestas privadas o de vecinos. 

2 aportaciones:

Kassiopea. dijo...

Típicos de mi tierra los panellets, pero a mí no me entusiasman. Igual me como uno por catarlos y para de contar.

Negrevernis dijo...

A mí tampoco me gustan, Kassiopea. Es la tierra de mis antepasados y ni por esas me entusiasman...