El Juicio de Osiris.

Las cosas no eran fáciles para un egipcio antiguo cuando se moría, ya que la vida en el Más Allá no estaba asegurada -bueno, al faraón sí. El difunto tenía que atravesar el Duat, el mundo subterráneo, y hacer frente a peligrosos monstruos que le intentarían impedir que llegara a la Sala de las Dos Verdades, la del Juicio de Osiris, donde se decidiría su paso o no a los Campos de Yaru -el paraíso de los egipcios.

Claro que, como ellos estaban convencidos del mágico poder de las palabras, para eso dejaron en las paredes de sus tumbas las escenas del Libro de los Muertos, que no es un libro, sino un conjunto de plegarias y conjuros que ayudarían al alma del muerto a pasar el Juicio positivamente.

La imagen que he elegido -y, que si mis alumnos de 1º hubieran tenido la parte de arte en el examen de hoy, seguro que hubiera caído-, es un cómic. Sí, con todas sus viñetas. Hay que leerlo de izquierda a derecha:
  • Anubis lleva al difunto a la Sala de las Dos Verdades;
  • el juicio lo presidía el dios Osiris, dios de los muertos y de la momificación, ayudado por 42 demonios -que representaban los 42 nomos o provincias del país. Allí tenía que responder ante ellos las 42 negaciones de haber realizado actos impuros, rogando previamente a su corazón, allí presente, que no le contradijera. Por si acaso el muerto era un poco desmemoriado se le enterraba con un escarabeo encima del corazón, donde estaba escrita la fórmula mágica que impediría a este órgano cantar las verdades...
  • para confirmar sus respuestas, se pesa el corazón en una balanza, haciendo contrapeso la pluma de la Verdad, la diosa Maat, mientras que Thot, dios de la escritura, anotaba el resultado: si la balanza se mantenía en equilibrio, el difunto había dicho la verdad y podía entrar en el Paraíso. Pero si mentía, la balanza se desequilibraría y el monstruo Ammit lo devoraría
  • había otra posibilidad de castigo, pues a veces Ammit no se comía el alma y el corazón del espíritu, sino que se le condenaba a las penas del infierno, antes de ser definitivamente aniquilado.

Obviamente, lo mejor era pasar la prueba, pues Thot acompañaba al muerto ante el trono de Osiris, que estaba acompañado por sus hermanas Isis -que era también su esposa- y Neftis. Él le otorgaba el título de Justo sin Voz -es decir: con derecho a la vida más allá de la muerte- y le daría a elegir entre entrar en los Campos de Yeru o regresar a la tierra en forma de espíritu durante el día, regresando al Paraíso montado en una barca solar por la noche.


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