Vuelve el Proyecto Librómetro a mis clases de Religión de 2º de ESO.

Hace unos días explicaba a mis alumnos de Religión Católica de 2º de ESO el Proyecto Librómetro, actividad de fomento de lectura que también puse en marcha el curso pasado y que hace tiempo conocí a través de Marian Calvo, del blog Hautatzen. La valoración que hice al terminar el curso pasado fue positiva, pues prácticamente el cien por cien de mis alumnos de la misma asignatura y nivel participaron, viendo además premiado esto con un diploma que les adjunté con las notas finales; comentarios posteriores de varias familias de aquel grupo también fueron positivos. 


Este curso lanzo de nuevo la misma propuesta en la misma asignatura: la elección de lecturas a partir de una lista de sugerencias, que queda abierta a propuestas que mis alumnos quieran hacer, siempre que los libros se ajusten a la temática religiosa, cultural o de valores del área. Una vez más, en la nota trimestral se verá reflejada la participación en la actividad (y entrega de la ficha de lectura), contando un 20% de la calificación de cada evaluación. En el corcho de la clase queda reflejada la gráfica progresiva de las lecturas, pues un tercio del mismo está ocupado actualmente con los nombres de mis alumnos de 2º de ESO y el espacio preparado para recibir las primeras fichas; dentro de unas semanas compartiré con vosotros una foto de esto.

Por ahora, podéis consultar la propuesta de lecturas de Religión Católica para este curso pinchando aquí. Y la ficha de trabajo general, aquí

Una breve introducción a la Biblia católica.

Aquí os dejo una breve presentación sobre La Biblia, pensada para mis alumnos de 2º de ESO de la asignatura de Religión Católica. 



Va de novias (romanas)


Pocas cosas han cambiado desde la Antigua Roma hasta hoy en lo que a vestimentas nupciales se refiere: para la mujer del patriciado romano, elegir y lucir su vestido de novia era asunto de especial importancia, como ahora. 

La joven novia, de catorce o dieciséis años, peinaba su cabello con seis trenzas, decorándolas con cintas, cubriéndose luego el cabello con un velo naranja, el flammeum. Su traje nupcial se parecía a la stola de las matronas -una túnica que las mujeres usaban justo tras casarse, generalmente blanca, gris, roja o púrpura, ajustada con un cinturón ornamentado y de color púrpura, lo que indica al resto la clase social de la mujer-; en el caso de las novias, esta stola nupcial era blanca y larga hasta los tobillos, con un cinturón atado con un nudo especial, el nodus Herculeus, y que sólo podía ser desatado por el novio en el  lecho nupcial. Este nudo simbolizaba la unión de los esposos y los deseos de fertilidad para la pareja, ya que Hércules tuvo muchos hijos. 

Si la novia, después, tenía varios hijos -tener más de tres le permitiría alcanzar un elevado grado de independencia, como premio por su fertilidad-, la joven podría llevar la palla, el manto cuadrado de las matronas, que cubría la cabeza y el cuerpo, enganchándose por detrás al cabello como un velo trasero.

¿Qué es la dalmática?

La larga toga romana, de más de 4 metros de largo y dos de altura, fue el vestido propio de los patricios y patricias romanos (aunque pronto los vestidos femeninos comenzaron a diferenciarse, y sólo las mujeres tachadas de adúlteras o impúdicas la llevaban). La toga era una prenda digna, bella...y poco práctica, ya que se necesitaba la ayuda de al menos un esclavo para poder colocársela antes de salir de casa. A pesar de esto, siguió usándose en actos públicos, como signo de distinción y diferencia social. 

El resto de los romanos, sobre todo la gente del campo, llevaba en su lugar una túnica, prenda que durante mucho tiempo se usaba debajo de la toga, formada por dos telas cosidas, más o menos hasta la altura de las rodillas; de adornos sencillos, los más pudientes la llevaban de lino, lana o seda. La de las mujeres eran más largas y holgadas, y se abrigaban con otras telas o mantos. Un cinturón sujetaba a la cadera la túnica. 

Sin embargo, sabemos que estas prendas eran costosas en su mantenimiento: los arqueólogos han encontrado numerosos ropajes llenos de remiendos, y suponen que el Estado proveería a los más pobres de una túnica y un manto cada año, dado que los precios, en época imperial, eran desorbitados: el tejedor de la lana de la túnica necesitaba ahorrar treinta y tres veces su salario habitual para conseguir una, y si era de seda, necesitaría veinte años de su vida para poder pagarla. 

¿Qué nos queda hoy de estas vestiduras romanas? Aunque nos pueda parecer sorprendente, mucho: numerosas vestimentas utilizadas hoy en la liturgia cristiana católica proceden de ropas de la antigua Roma. Sin ir más lejos, la túnica, pues las más costosas y decoradas, las dalmáticas, eran empleadas en época del emperador Cómodo, a finales del s. II: llegaban hasta las rodillas, no llevaban cinturón y eran de manga larga (algo considerado impúdico, pero muy habitual ya a partir del s. III). Los romanos de las mejores familias la usaban para pasear, mostrando una costosa decoración a base de dos listas púrpuras o doradas en la parte delantera, y a veces también con estrellas, discos o flores bordadas. Actualmente la dalmática es la vestidura ceremonial de los diáconos católicos, empleada en misas solemnes, procesiones o bendiciones no penitenciales; también los sacerdotes pueden usarla bajo la casulla, en celebraciones puntuales y muy festivas. 

¿Para qué sirve un mantel?



No fue frecuente en el mundo antiguo el uso del mantel, y parece que los primeros testimonios datan del s. I: sería en la primera centuria, de manos de los antiguos romanos, como el uso de mantel se extendería por Europa. Las servilletas no venían incluídas: aunque algunos consideran que los romanos ya empleaban unos paños para limpiarse el sudor en las comidas o llevarse las sobras, se considera que fue Leonardo da Vinci el que las implantó en la corte de la familia Sforza allá por finales del s. XV...

El uso del mantel en el primer siglo no responde a una necesidad de limpieza, sino a un temor mágico: gracias al mantel, las ollas no dejarían su marca redonda en la mesa (por otra parte, mueble del que los propietarios de las domus estaban especialmente orgullosos), resto que podía ser usado por poderes escuros para intervenir sobre el contenido de la olla y envenenar así a los comensales...