Hijo de Ana de Austria y de Felipe II, Felipe III (14.4.1578- 31.3.1621) fue un heredero deseado -su madre fue la cuarta esposa de su padre-, siendo rey de España y Portugal desde 1598 hasta su muerte. Muchos consideran su reinado como una transición entre el gobierno imperial de Felipe II y la decadencia política y familiar de los Austrias españoles del s. XVII.
Destacando por su carácter bondadoso y dócil (cuentan que no daba un paso sin pedir permiso a su padre), políticamente fue un rey débil y quizá negligente -algo de lo que fue consciente al final de su vida-, delegando totalmente las tareas de gobierno y decisiones políticas en sus validos, Francisco de Sandoval, duque de Lerma, y después en el hijo de este, Cristóbal Gómez, duque de Uceda.
Su reinado se caracterizó por dos hechos: la búsqueda de la pacificación de los territorios dinásticos (aunque no de manera definitiva) y los problemas financieros, que ya venían arrastrándose desde el final del reinado de su abuelo, Carlos I; aunque las deudas contraídas a corto plazo con banqueros genoveses pudieron cambiarse por deudas a largo plazo, esto no evitó la devaluación monetaria en Castilla ni las sucesivas quiebras. Además, por si esto fuera poco, la península se vio azotada por una grave epidemia de peste que diezmó la población.
Hereda de su padre tres graves conflictos, a los que logra acallar -que no controlar ni terminar- con maniobras diplomáticas de sus embajadores o por casualidades históricas. Así, se firma la paz con Inglaterra en 1604 -facilitada por la muerte, el año anterior, de Isabel I de Inglaterra- y cesan los intentos de invasión a la isla por parte de España -todos infructuosos, a pesar de la ayuda prometida por los irlandeses.; la muerte de Enrique IV de Francia permite también una tregua -logrando salvar la vía de comunicación entre Milán y Flandes de los ataques franceses- y, sin intención de retirarse de Flandes, sí se firma una tregua de doce años en la zona, en 1609.
Esto no supone la desaparición de los españoles de la política europea internacional, pues el inicio de un fuerte conflicto que sacude toda Europa, la Guerra de los Treinta Años, en 1618, obliga a Felipe III a participar ayudando a la rama austríaca de la dinastía, a fin de mantener la defensa del catolicismo y los intereses españoles en el norte de Italia.
Las sucesivas pacificaciones temporales permiten a Felipe III (a sus validos, más bien) afrontar el problema interno: la presencia de moriscos en la zona de Valencia, que es vista como un ataque al catolicismo... y una posible colaboración a los piratas que estaban atacando en el Mediterráneo. Los moriscos son expulsados entre 1609 y 1614; las consecuencias económicas y demográficas de la marcha de casi 300 000 personas no fueron ajenas en ningún momento al rey, pues la falta de mano de obra y la bajada de la productividad fueron evidentes.
Felipe III se casó con Margarita de Habsburgo (1584- 1611), hija del archiduque Carlos de Estiria y primo segundo, por tanto, de Felipe II. Cuentan que la princesa deseaba entrar en un convento, pero sus padres concertaron el matrimonio con su primo español, con el final de afianzar los lazos dinásticos y familiares y asegurar la continuidad de los Austrias españoles, ya que su madre había tenido quince hijos y, por lo tanto, se presuponía su fertilidad. El matrimonio tuvo cinco hijos: el futuro Felipe IV y los infantes Ana (que sería reina de Francia), María Ana, Carlos y Fernando.
A su muerte, Felipe III deja un heredero de apenas 16 años, que deberá hacer frente a la Guerra de los Treinta Años y a una situación económica ruinosa, con un Tesoro agotado que no podía sostener los gastos del reinado...
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