Rey con sólo dieciséis años, Felipe IV (1605-1665) fue hijo de Felipe III y Margarita de Habsburgo, rey de España hasta su muerte y de Portugal hasta 1640. De personalidad atrayente, destacó por su gran cultura y dotes artísticas, que volcó en labores de mecenazgo (Velázquez fue su pintor de Corte y Rubens hizo labores diplomáticas para él), así como en sus dos grandes aficiones: la caza y las comedias. Eso sí, mantuvo la línea de gobierno de su padre, cediendo tareas de poder a su valido, Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, y luego en su sobrino, Luis Méndez de Haro, marqués de Carpio.
El reinado de Felipe IV está marcado por un fuerte lastre: la idea de mantener, a toda costa, los conflictos en el norte y centro de Europa, en detrimento de los graves problemas sociales y económicos de la península y de las colonias españolas en América.
A este empeño contribuyó, y mucho, la política seguida por Olivares, que entró en la Corte como un elefante en una cacharrería, sustituyendo a todas las personas con responsabilidades que habían trabajado para su antecesor, el duque de Lerma -eso sí, colocando en su lugar a sus propios amigos y familiares. El gran objetivo político del conde-duque era ver reconocido el poder del rey español y a España como potencia hegemónica en Europa -a estas alturas, lo que había ya casi era el honor y la resistencia de las tropas de Flandes-; siguiendo el modelo francés, bajo la soberana autoridad del rey se agruparían todos los territorios españoles, de manera que el monarca sería la representación del Estado.
Por tanto, tres son los grandes puntos de conflicto para Felipe IV en Europa: los Países Bajos (que estaban atacando los intereses comerciales de las colonias portuguesas, a pesar de la tregua que se había firmado en vida de Felipe III), Inglaterra (las naves inglesas llegaron a Cádiz en 1625) y Francia (en el contexto de la grave guerra de los Treinta Años... y el hecho de que Luis XIII estuviera casado con la hermana de de Felipe IV no parecía pesar...).
A este panorama político hay que añadir la terrible situación económica que venía atravesando ya desde finales del reinado de Carlos I, bisabuelo de Felipe IV, y que se concretaría durante este reinado en sucesivas bancarrotas y la pérdida de la confianza de los banqueros genoveses, amén de las malas cosechas sucesivas, que dejaron a la mayoría de la población peninsular -sobre todo, castellanos-, por debajo del umbral de la pobreza.
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