todos los territorios españoles estuvieran unidos bajo la soberanía del monarca, siguiendo el modelo francés.
En el desarrollo de esta política exterior, Olivares tuvo que hacer frente a varias guerras: contra los Países Bajos, contra Inglaterra y contra Francia (estas últimas, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años que asoló el continente desde 1618). El punto débil de los Países Bajos era el desarrollo de sus rutas comerciales con la costa báltica, de manera que los esfuerzos del valido se centraron en lograr cortar el contacto con el Báltico (no se consiguió) y en reforzar la fuerza naval de España (que sí se logró). Con Inglaterra empleó lazos diplomáticos con el emperador alemán y el rey Jacobo de Inglaterra, hasta la muerte de este.
El asunto francés fue más grave y complejo. El rey Luis XIII, cuñado de Felipe IV, no se decantó hasta 1635 sobre el bando en el que participar en la Guerra de los Treinta Años; apoyar a España y Austria suponía apoyar el catolicismo, pero apoyar al bando protestante -teniendo en cuenta que Francia acaudillaba la cuestión católica, esta posibilidad es llamativa-, permitiría poner fin al dominio europeo de los Habsburgo alemanes y españoles. Finalmente, en 1635, ante la victoria española y austriaca contra los suecos en Nordlingen, Luis XIII declara la guerra, en favor de los protestantes; el miedo francés: acabar cercada por España en su lado oriental, pues desde Milán hasta Flandes se había desarrollado, bordeando la frontera entre ambos países, un pasillo por el que los españoles transportaban mercancías, dinero, soldados y armas.
La situación económica de España a lo largo del reinado de Felipe IV no ayudó a los asuntos exteriores: al esfuerzo económico y tributario se le unió la subida de impuestos y precios, así como el endeudamiento progresivo del país, la devaluación monetaria, las malas cosechas y la negación de préstamos intenacionales, que llevó finalmente a Olivares a reemplazar a los banqueros genoveses por portugueses, más afines a sus intereses políticos. A lo largo de mediados del s. XVII las bancarrotas se fueron sucediendo, siendo la primera la de 1627.
La política seguida por el conde-duque incluyó la solicitud, a todos los territorios, de la aportación de armas y soldados para el mantenimiento de las guerras europeas libradas por España; evidentemente, esta propuesta, concretada en la Unión de Armas (1626) no ayudó a la situación del país, provocando una fuerte oposición. No extraña... 500 000 catalanes, por ejemplo, debían aportar lo mismo que los tres millones de napolitanos.... Parece que Olivares no tuvo en ningún momento presente la gran debilidad española del momento: la falta de cohesión administrativa y territorial del Imperio español; las rebeliones en Cataluña y Portugal (donde el duque de Braganza ya oía su nombre como nuevo rey) deberían haberle servido de reflexión...
En 1642 Olivares re retira políticamente, siendo sustituido por su sobrino, Luis Méndez de Haro, tras un tiempo en el que Felipe IV se encargó sólo de las tareas de gobierno. El nuevo valido tuvo que hacer frente a la rendición española en 1648: la Paz de Westfalia ponía punto y final a un terrible conflicto que se había cobrado miles de vidas en Europa y había enfrentado a prácticamente todo el continente; la rendición suponía el declive de la casa de Habsburgo, la hegemonía europea de Francia y el reconocimiento de la independencia de Holanda.
La paz con Francia llegaría poco después, en 1659: la firma de la Paz de los Pirineos venía acompañada de un acercamiento diplomático que buscaba el enlace de la infanta María Teresa con Luis XIV; la hermana de Felipe IV, Ana de Austria, estaba actuando en ese momento como regente.
Felipe IV fue, además, un hombre con problemas sucesorios -aunque no tan extremos como los que tendría su propio hijo, Carlos II. De su matrimonio con la princesa francesa Isabel de Borbón (1602-1644) nacerían varios hijos, pero todos fallecieron siendo bebés o niños, salvo una princesa: las infantas María Margarita, Margarita María Catalina, Margarita Eugenia, Isabel y María Antonia morirían algunas sólo con meses de vida; el infante Baltasar Carlos muríó en la adolescencia, y sólo la infanta María Teresa sobreviviría, llegando a ser reina de Francia.
Isabel de Borbón |
Mariana de Austria |
Posteriormente el rey se casó con su sobrina Mariana de Austria (1634- 1696), hija de Felipe III y Margarita de Austria. De este matrimonio nacieron también varios hijos, pero con fatídica suerte: María Ambrosia, Felipe Próspero y Fernando Tomás morirían con menos de cinco años; Margarita María llegaría a ser emperatriz. Felipe IV deja sólo un heredero: Carlos II (1661- 1700), el último representante de la dinastía de los Habsburgo españoles.
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