Corría el año 1938. Europa estaba a punto de verse inmersa en una terrible Guerra -peor aún que la anterior.
Lazlo Biro (1889-1985), húngaro nacido en Budapest retoma una idea de J.J. Loud de finales del s. XIX e inventa el primer bolígrafo: una especie de lápiz con bolita con un depósito de tinta viscosa de secado rápido. Claro que se dio a conocer por casualidad: cuando firmaba un documento en un hotel con su nuevo invento (patentado en 1943), una persona (que resultó ser el presidente de Argentina) le invitó a viajar a Argentina para desarrollar allí su trabajo. Allí acabó transcurriendo su vida, dedicado también a la escritura y la pintura.
Su invento fue usado enseguida por los pilotos de la RAF, que vio así solucionado su problema de escribir a gran altura.
El noble francés Marcel Bich le compró la patente en la década de 1950, comenzando entonces a producir un bolígrafo muy barato y asequible, con tinta suficiente como para escribir sin parar una línea de 5 kms: son los bolis Bic que seguro usas habitualmente.
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