Los escribas egipcios.


Fueron, en la sombra, los constructores del Antiguo Egipto, pues sobre ellos descansaba toda la burocracia de la Administración. Algunos, incluso, llegaron a ser visires -la mano derecha del faraón-, arquitectos y divinizados.

El faraón Jeti VII lo tenía muy claro y así se lo dejó por escrito a su hijo, el faraón Merikara (que reinó c. 2050 a.C.): "Sé hábil de palabras y resultarás victorioso". Tan grande era el poder de saber leer y escribir. Por eso tampoco estaba al alcance de cualquiera: sólo los miembros de las clases más altas, generalmente hijos a su vez de funcionarios o sacerdotes, podían acceder a las escuelas cuando cumplían 10 años. Algunos de estos, sin embargo, parece ser que enseñaron a leer y escribir a sus hijas, a pesar de que ellas jamás irían a la escuela ni ocuparían cargos políticos.

Aprender a leer y a escribir era duro en el Antiguo Egipto: las clases se daban al aire libre, en el patio del templo, y eran frecuentes los castigos físicos. Una y otra vez se repetían los mismos textos -cartas, cuentos o lecturas sapienciales- hasta que se dominaban las tres escrituras que tenían los egipcios, sin permitir licencias artísticas o muestras de creatividad: el escriba iba a servir al Estado, anotando los impuestos, los hombres, las construcciones, las crecidas del Nilo o las cantidades de alimentos de los almacenes de todo el país. Generalmente, además, se practicaban estas escrituras en fragmentos de arcilla, cerámica o caliza, a los que nosotros llamamos óstraca, ya que los famosos papiros eran caros y difíciles de fabricar.

Brevísima historia de la escritura en este vídeo:


  • Recomendaciones al faraón Merikara, aquí.
  • La Piedra Rosetta nos abrió las puertas a la lengua egipcia, aquí, descifrada por Champollion.
  • Los cinco nombre reales de los faraones, aquí.

0 aportaciones: