Las ménades o bacantes.


Uno de los poderes que poseía Dioniso, hijo de la princesa tebana Sémele y el divino Zeus, era enloquecer a los humanos con los que se cruzaba en su camino o, simplemente, hacían algo que a él le molestaba. Algunas veces, incluso, uno de esos humanos era descuartizado por otros en un acceso de locura...

Acompañaba normalmente a Dioniso en sus correrías un séquito de personajes más o menos divinos, amantes de la fiesta fácil, así como ninfas o sátiros. Pero el número de mujeres fuera de sí era abrumador: eran las ménades o bacantes. Vestían con pieles de zorro o cervatillo, extraordinariamente fuertes, resistentes al fuego y las armas y con capacidad para hacer manar del suelo fuentes de leche o vino. Su extrema violencia cuando entraban en éxtasis las hacía sacrificar animales o humanos para comerse sus entrañas, pero al mismo tiempo, eran tiernas con niños y cachorros, a los que amamantaban cuando se los encontraban por el camino.

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