Hefesto no era un dios especialmente admirado en el Olimpo, y con frecuencia sus problemas matrimoniales con Afrodita eran motivo de risas entre los dioses. Sin embargo, nadie podía negar que Hefesto era un verdadero maestro en el arte de trabajar los metales.
Pero Hefesto hacía mucho más que modelar el bronce -el metal perfecto e imperecedero para los dioses. También era capaz de crear maravillososo hogares para sus compañeros dioses, adornos como pórticos de piedra pulida, puertas con cerrojos secretos o autómatas -como sus doncellas de oro, trípodes con orejas y ruedas o el perro dorado que vigilaba el santuario de Zeus en Creta.
Inevitablemente, la maestría de Hefesto se demostraba en la fabricación de espléndidas armas y joyas de acabado perfecto. Unas veces se los regalaba a los dioses o eran encargos de ellos, como la barca dorada que usaba el dios Helios para trasladarse de Occidente a Oriente, pero otras eran maravillas poseídas por mortales, como la armadura del valiente Aquiles, el cetro de Agamenón, la corona de Ariadna o la espada del argonauta Peleo.
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