Y es que Hele era una princesa de Tebas, hermana de Frixo e hija de Atamante, rey de esa ciudad. Atamante había tenido más hijos con su segunda mujer, Ino, que estaba celosa del trato que, según ella, recibían Hele y Frixo de su padre. Claro, Atamante negaba esto y afirmaba rotundamente que quería a todos sus hijos por igual.
Furiosa, Ino decidió tomar cartas en el asunto y una noche tostó todos los granos de trigo y cebada del palacio, de forma que no germinaron cuando se plantaron. Ya se encargó ella, además, de anunciar que era un castigo de los dioses y que sólo con el sacrificio de los hijos mayores de Atamante ellos se apiadarían y harían fructificar la cosecha.
Atamante consultó con varios oráculos que le contestaron lo mismo que Ino, de forma que, muy a su pesar, y con dolor, condujo a Hele y Frixo a su sacrificio. Pero Zeus se enfureció, ya que, aunque el ritual se haría en su nombre, no lo había requerido, así que envió de nuevo a Hermes para que se llevara al vellocino de oro y rescatara a los muchachos.
Hermes se aproximó al altar del sacrificio y, desde una forma invisible, instó a los jóvenes a subirse al lomo del carnero que, como todos saben, podía volar. Nadie se atrevió a detenerlos y volaron cientos de kilometros.
Sin embargo, Hele, presa de la emoción, soltó una mano para saludar cuando ya estaban a punto de aterrizar, perdió el equilibrio y cayó de cabeza al mar, ahogándose entre Europa y Asia; en su honor la zona se llamó Helesponto. Frixo continuó su viaje a lomos del vellocino, atravesando el Mar Negro hasta llegar a la Cólquide.
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