La muerte de Adonis y las anémonas.

Dicen que Adonis, el hijo de Mirra, fue criado por las ninfas del lugar cuando nació. Y era tal su belleza y juventud que la diosa Afrodita se enamoró de él. No quería compartirlo con nadie, así que lo metió en una caja y lo ocultó de la vista de los otros dioses, confiándolo a Perséfone; sin embargo, esta también se sintió atraída por él.

Dispuesto a acabar con la disputa entre las dos diosas, Zeus dictó que un tercio del año Adonis viviría con Perséfone, otro tercio con Afrodita y el resto, él solo. Adonis, sin embargo, no aceptó el dictamen de Zeus, y decidió pasar casi todo el año con Afrodita, y juntos comparten la afición favorita del joven: la caza. La diosa le pide que sea cauto y no se acerque a las bestias más feroces, como leones, lobos y jabalíes.


Adonis tiene un gran defecto: la osadía de la juventud. Así, un día salió de caza y, desoyendo el consejo de su amada, se acercó demasiado a un jabalí, con la mala suerte de que acabó herido por él en la ingle, lo que le causó la muerte -algunos dicen que, en realidad, el animal era el dios Marte, amante de Afrodita, transformado en bestia para asesinar así a su rival.

La tristeza de Afrodita fue terrible. Roció la sangre del bello Adonis con néctar, surgiendo de la mezcla la delicada flor de la anémona -aunque otros opinan que la anémona ya existía, pero era de color blanco y se tiñó con la sangre del joven, o que de su sangre nació la primera rosa, y de las lágrimas de Afrodita, la anémona.

En la Villa de Materno, el triclinium está decorado con un gran mosaico con este tema. El dueño de la casa, además, hizo que representaran en la escena de caza a sus dos perros, llamados Titurus y Leander:


Las fotos son mías.

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