Algunos cuentan que fue la titánide Metis ayudó a Zeus, forzando a Cronos con una poción a vomitar a todos los hijos que había previamente devorado. Había sabido que uno de sus hijos estaba destinado a derrocarle y gobernar, de forma que, a medida que nacían de Rea, se los comía.
Posteriormente, Zeus quiso convertir a Metis en su amante, que se escapaba de él convirtiéndose en distintas cosas; una vez, de hecho, estuvo a punto de ser atrapada por el dios, pero el semen de este se esparció por los cielos, convirtiéndose en la Vía Lactea. Logró al fin dejarla embarazada, pero Zeus fue alertado por Gea y Urano del peligro que se cernía sobre él, ya que Metis estaba destinada a tener una hija excepcional y un hijo que lo derrocaría como rey de dioses y hombres.
Así, el divino Zeus engulló a Metis (algunos dicen que la engañó, retándola a convertirse en una gota de agua, para bebérsela después). La gestación de la niña se terminó dentro de Zeus, y cuando pasó el tiempo, el dios comenzó a sufrir terribles dolores de cabeza, llegando a chillar furiosamente. Hefesto fue a ayudarlo, y con una cuña y un mazo abrió una brecha en el cráneo de Zeus, de donde salió Atenea, completamente armada.
Otros cuentan que, en realidad, Zeus estaba furioso con su esposa Hera, que había sido capaz de dar a luz a Hefesto sin necesidad de un padre, y a fin de ser como ella, dejó embarazada a Metis con la pretensión de comérsela después para tener a su propia hija sin necesidad de una madre.
Sea como sea, Atenea heredó de su madre la sabiduría práctica y la habilidad para las tareas manuales. Tal vez Zeus, tragándose a Metis, había obtenido, a su vez, el don de la sabiduría de su primera amante, como correspondería al dios de los dioses... Atenea se convirtió en su hija más querida, diosa virgen de la guerra, la ciudad, las artes y las actividades manuales.
2 aportaciones:
La diosa de las ciencias y la sabiduría sólo podía nacer de la cabeza del Dios supremo, Júpiter o Zeus. Ahora la manera de contarlo la mitología es bárbara: de un hachazo de Hefestos. Feliz día del libro, Negrivernis.
Para imaginación la de los griegos. Nadie supone un rival para ellos en ese terreno.
Un saludo.
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