Los artesanos en la Baja Edad Media se agrupaban en gremios: asociaciones de trabajadores y comerciantes de un mismo oficio. Estos grupos, además, eran fáciles de localizar en las ciudades, pues todos los que se dedicaban a la misma cosa situaban sus talleres en la misma calle.
Los gremios tenían un importante objetivo económico: evitar la competencia entre artesanos de un mismo producto, de forma que desde el gremio se fijaba el precio de compra, eliminando así el libre mercado; controlaban, además, el proceso de creación del producto y el número de talleres.
Además, los gremios protegían a sus asociados, a través de ayuda asistencial y económica en caso de orfandad o viudez, así como en casos de largas enfermedades. Se diferenciaban unos de otros mediante símbolos y se vinculaban a un santo patrón, a través de cofradías; las aportaciones económicas a la cofradía servían luego para ayudar a los huérfanos, enfermos y viudas del gremio.
El gremio tiene una rígida estructura que permitía el aprendizaje del oficio, pues era obligatorio pertenecer a uno para poder trabajar:
- los aprendices, que no podían ser judíos ni musulmanes, formaban parte de la clase más baja en la particular escala social del gremio. Limpiaba en el taller, haciendo recados y aprendiendo el oficio, y a cambio se le concedía techo y comida allí mismo. No tenían sueldo, pero con el tiempo -entre cuatro y seis años- podían llegar a ser oficiales. Entraban en el taller con doce años.
- los oficiales, que trabajan en el taller a cambio de un pequeño sueldo, y a veces contaban también con una parte de los beneficios del taller. Debían realizar una obra maestra para poder ascender.
- maestro artesano, que posee el taller, la materia prima y las herramientas.
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