Henri de Toulouse- Lautrec (1864- 1901) estaba destinado a ser feliz, ya que procedía de una familia noble francesa. Sin embargo, la separación de sus padres -acabó viviendo desde muy niño con su madre en París- y una rara enfermedad ósea de origen genético, además de una doble fractura de fémur, hicieron que ya desde joven viviera una dura experiencia como minusválido. El alcohol y la bohemia de París -vivió en el barrio de artistas de Montmartre- hicieron el resto, potenciado, seguramente, sus neurosis, depresiones y manías.
Toulouse- Lautrec forma parte de un grupo de pintores que estuvieron vinculados al Impresionismo, pero que crearon sus principales obras después del momento álgido de este.
Así, este pintor abandonó los obsesivos estudios de la luz por la expresividad de los personajes bajo ella y recuperó el dibujo (hacía apuntes directos con lápices de colores). Sus trazos son nerviosos, planos de color, con líneas dinámicas que dan a sus cuadros un aire de fotografía.
Sus temas favoritos, los que más le definen, son las bailarinas, cabareteras, cafés y camerinos, donde va más allá del tema para presentar la sordidez del ambiente, quizá mostrando su huída personal ante frustraciones, problemas y dificultades de relación con las mujeres -muchas de sus amantes fueron sus propias modelos.
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