El Jardín de las delicias.

Nadie puede poner en duda la enorme imaginación del holandés Hieronymus Bosch (1450- 1516). Hijo, nieto, sobrino y hermano de pintores, es muy probable que aprendiera las técnicas en la casa familiar; unido a su matrimonio con una joven de buena familia, pudo dedicarse a la pintura sin salir de su ciudad natal, siendo admirado incluso por el rey más importante del momento, Felipe II. Adoptó como sobrenombre el de su ciudad natal, para distinguirse de su hermano, que, como primogénito, había heredado los derechos de usar el apellido familiar en el negocio.

Su estilo, caracterizado por representaciones llenas de figuras, mundo fantásticos, sátiras y críticas a su época, está totalmente alejado de la moda imperante del momento. La debilidad humanas y las tentaciones de la vida fueron sus temas favoritos, así como las costumbres, dichos y saberes populares; inmerso en un mundo espiritualmente en crisis, la Europa de finales del s. XV), llevó a sus obras el pecado constante que la masa popular consideraba que era su vida, con un lenguaje fuertemente plástico y simbólico. Al final de su vida, sin embargo, se centró en tranquilas representaciones de la Pasión.

El Jardín de las delicias es, sin duda, una de sus obras más conocidas: un tríptico de óleo sobre tabla hecho entre 1500 y 1505. La tabla izquierda representa al Paraíso (Dios entrega Eva a Adán, acompañados por animales y aves), la derecha el Infierno (con torturas musicales y físicas), y la escena central, el jardín de los placeres pecaminosos de la vida (hombres y mujeres mezclados con animales, frutas, plantas y flores). El tríptico cerrado presenta alusiones al tercer día de la Creación. La obra debe verse, entonces, de izquierda a derecha: Paraíso y caída, pecado, juicio y castigo por los pecados.


El lenguaje simbólico de sus miniaturas es evidente: la fragilidad de la vida, representada en las flores de la tabla central, las arquitecturas demoníacas de la tabla derecha, el pecado de lo carnal, representado en las frutas, la amenaza del Infierno en la fosa de primer plano de la tabla izquierda, las torturas eternas del Infierno, en los gigantescos instrumentos musicales,...

La tabla central es la más llamativa, desde una perspectiva elevada, se nos muestran miniaturas de hombres y mujeres desnudos (de raza blanca y negra), mezclados con aves exóticas o animales de tamaños desproporcionados. El centro es un estanque al que van a parar los cuatro ríos del Paraiso, con una fuente central sobre una esfera flotante. Sirenas, unicornios, extrañas embarcaciones, huevos llenos de gente, esferas de cristal y animales fantásticos pueblan todo el conjunto.


Para poder ver la riqueza de los detalles, os dejo esta presentación del profesor Juan Diego Caballero:


  • La obra en alta resolución, en la web oficial del Museo del Prado (Madrid), aquí.
  • Una descripción de la obra, aquí.

5 aportaciones:

Anónimo dijo...

Exquisito trabajo. Me ayudará en un estudio que tengo perdiente del gran maestro.

Negrevernis dijo...

Me alegro de que te pueda servir.
Un saludo.

Cayetano dijo...

Una obra de la que me quedo embobado cada vez que voy al Prado. Visita obligada. Es como leer un cómic: entretenido, divertido y ocurrente.
Un saludo.

profedegriego dijo...

Me encanta, Negrevernis, este cuadro y yo también me quedo embelesada en cada visita al Prado delante de él; cada detalle, cada escena, cada elemento allí representado tiene un mensaje que, en muchos casos, hoy es difícil de descifrar.
Excelente entrada, amiga mía; he disfrutado muchísimo.
mil bicos.

Negrevernis dijo...

Así es, Cayetano y Profedegriego: un cuadro para perderse.

Quedamos, pues, delante de él.

Un saludo.