Se han puesto ya la Luna y las Pléyades.
Es medianoche.
Pasa el tiempo.
Y yo sigo durmiendo sola.
(Safo, s. VII a.C)
Más allá de los 650 versos que se han podido conservar de la poetisa Safo, poco sabemos más de ella. Parece ser que vivió toda su vida -excepto un breve exilio en Sicilia- en la isla egea de Lesbos. Quizá perteneció a una familia aristocrática, aunque posiblemente no participó en luchas familiares por el poder. Mucho se ha escrito, además, sobre sus amires y condición sexual, pero varias fuentes indican que tuvo como amante al poeta Alceo y que pudo incluso estar casada con un hombre de negocios de la isla de Andros, con quien pudo tener una hija.
Se dice que fundó una escuela de poesía en la que participaron numerosas jóvenes de la isla: algunos de los versos que se han atribuido a ella hablan de la estrecha relación que tenía con sus discípulas, a las que preparaba sus bodas. Suyo es además un metro poético nuevo, que lleva su nombre (el verso sáfico u oda sáfica, de tres endecasílabos y un pentasílabo), en el que escribió poemas nupciales y versos sobre la pasión amorosa que conduce a los celos, la nostalgia, el deseo o la pasión física, destacando sobre todo la fuera irracional que el amor supone y que se apodera de lo más íntimo del ser humano. Se sabe que sus poemas se cantaron en Atenas doscientos años después y que fueron conocidos en el mundo romano.
Se dice que fundó una escuela de poesía en la que participaron numerosas jóvenes de la isla: algunos de los versos que se han atribuido a ella hablan de la estrecha relación que tenía con sus discípulas, a las que preparaba sus bodas. Suyo es además un metro poético nuevo, que lleva su nombre (el verso sáfico u oda sáfica, de tres endecasílabos y un pentasílabo), en el que escribió poemas nupciales y versos sobre la pasión amorosa que conduce a los celos, la nostalgia, el deseo o la pasión física, destacando sobre todo la fuera irracional que el amor supone y que se apodera de lo más íntimo del ser humano. Se sabe que sus poemas se cantaron en Atenas doscientos años después y que fueron conocidos en el mundo romano.
2 aportaciones:
Querida Negrevernis, "Décima Musa" la llamó Platón y no sin razón porque su poesía es delicada, femenina, genuina, extremadamente bella. Es, ¡cómo no, mi poetisa de cabecera, aquella donde se quintaesencia la lírica arcaica griega.
Ríos de tinta se hicieron correr sobre su condición sexual, y la crítica más furibunda la hizo bascular entre la mojigata directora de un internado de señoritas o la "madame" de un prostíbulo.
Lejos de estas absurdas controversias nos ha quedado su arte, que supo dotar al Amor de una definición propia y personal:
"Eros de nuevo embriagador me arrastra,
dulciamarga, irresistible bestezuela."
Gracias por la entrada de hoy, Negrevernis, dedicada a una mujer que hizo real el aforismo latino, "Ars longa, vita brevis".
Mil bicos, amiga.
Así es, Profedegriego. Platón la admiraba sobremanera. Una mujer cuya imagen se ha ido desvirtuando y desdibujando a lo largo del tiempo, hasta llegar hoy a ser un icono inmerecido sobre condiciones sexuales...
Un abrazo.
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