Pigmalión o la condena del amor.


Pigmalión, rey de Chipre, había prometido que nunca se enamoraría, pues las mujeres que lo rodeaban tenían todas una dudosa reputación. Así, decidió crear para sí la mujer perfecta, la que sería tan bella como la mismísima Afrodita, de suave y brillante piel y tacto de seda; para ello se encerró en un taller de su palacio y esculpió en marfil una espléndida figura femenina. Pero a medida que iba creando sus curvas y puliendo su superficie, surgió en él una pasión desmedida por su propia creación, que le llevó a cubrir su escultura con vestidos de tela, abrazarla y besarla apasionadamente y adornarla con costosas joyas.

Tanta era su pasión que le suplicó a Afrodita que, en prueba de su poder, le diera vida a su escultura -según unos- o que le concediera como esposa a una doncella de sus mismas características. La diosa, divertida con esta historia de amor, le concedió su deseo, y del amor desmedido entre Pigmalión y su estatua nació, a los nueve meses, una niña llamada Pafos.

Este es el origen, dicen, de la bella isla griega de Pafos.


  • Pigmalión es, también, una película de 1938, pero mucho más, como puedes ver en este blog de aula que trata las referencias al mundo clásico hoy, aquí.

2 aportaciones:

PACO HIDALGO dijo...

Siempre es divertido enseñar con los mitos clásicos, en este caso, la estatua que toma vida. Un abrazo.

profedegriego dijo...

Querida Negrevernis, a mí me encanta comentar con mis alumnos, y cuando nos es posible, también visionar dos películas cuyos argumentos tienen mucho que ver con el mito de Pigmalión: "My Fair lady"(1964), con la deliciosa interpretación de Audrey Hepburn en el papel de diamante en bruto a la que convierte en un auténtico brillante un profesor de Fonética, a quien dio vida Rex Harrison, y "Pretty woman"(1990), donde una encantadora Julia Roberts se irá transformando de gusano en mariposa a lo largo de la película de la mano de su mentor, papel protagonizado por Richard Gere. En ambas el amor termina por triunfar y, sin que la mayoría de los espectadores lo sepan, el transfondo del mito clásico sigue ahí tantos siglos después.
Mil bicos.