El 12 de enero de 1941 de llevaba a cabo el primer ensayo, y dos años después comenzaba su comercialización en Estados Unidos. El bacteriólogo Alexander Fleming había descubierto en 1929 algo que iba a revolucionar la cura de enfermedades.
En 1929 Fleming volvía de unas vacaciones. Interesado por el tratamiento de infecciones producidas por heridas, había dejado sus últimos estudios en el laboratorio, y cuando regresó, se dio cuenta de que sobre una pila de placas donde estaba cultivando la bacteria Staphylococcus aureus se había desarrollado también un hongo de la familia Penicillium. Y este había segregado una sustancia que había impedido a la bacteria continuar con su crecimiento. Fleming llamó a la sustancia penicilina. Las condiciones de temperatura y humedad del laboratorio habían hecho el resto, además de permitir que el cultivo de bacterias quedara infectado por el hongo, que procedía del exterior.
En 1929 Fleming volvía de unas vacaciones. Interesado por el tratamiento de infecciones producidas por heridas, había dejado sus últimos estudios en el laboratorio, y cuando regresó, se dio cuenta de que sobre una pila de placas donde estaba cultivando la bacteria Staphylococcus aureus se había desarrollado también un hongo de la familia Penicillium. Y este había segregado una sustancia que había impedido a la bacteria continuar con su crecimiento. Fleming llamó a la sustancia penicilina. Las condiciones de temperatura y humedad del laboratorio habían hecho el resto, además de permitir que el cultivo de bacterias quedara infectado por el hongo, que procedía del exterior.
El investigador abandonó el estudio de esta sustancia con el tiempo, al no obtener resultados estables (debido a las técnicas químicas del momento, no suficientemente desarrolladas como para obtener la sustancia totalmente purificada), pero diez años después un grupo de científicos estadounidenses lo retomó, logrando producir de forma efectiva e industrial la sustancia que permitiría la fabricación de los antibióticos.
- Más sobre este descubrimiento, aquí.
2 aportaciones:
Dejar un cultivo a su libre albedrío nunca fue tan fructífero...
Ni tan necesario...
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