Sagunto, aliada de Roma, había sido conquistada por el cartaginés Aníbal. Era el comienzo de la Segunda Guerra Púnica: Roma respondía enviando a las legiones al mano de Publio Cornelio Escipión, pero el cartaginés avanzó con mayor rapidez hasta el Ródano, atravesando los Pirineos y los Alpes con un fuerte ejército de más de 40000 hombres -y los famosos elefantes- hasta casi las puertas de la ciudad de Roma (burlando, de paso, las previsiones de Escipión, que creía que se enfrentaría con él en la ciudad de Marsella).
Aníbal se dirigió al sur de Italia ante la mirada de estupor de los romanos -y dejando tras él la estela de un par de sonadas victorias militares contra ellos. Esta decisión, tal vez en busca de aliados, fue un error táctico que el cartaginés pagó caro, pues permitió a los romanos organizarse bajo el mando del dictador Quinto Fabio Máximo, que logró desequilibrar al ejército cartaginés. A su muerte, sin embargo, los romanos pasaron a la acción directa, siendo derrotados de forma humillante en la batalla de Cannas (50000 muertos, más de 10000 prisioneros). Era el año 216 a.C.
La respuesta romana fue brutal: reorganizó sus legiones, tomó represalias contra las ciudades italianas que se habían aliado a los cartagineses y logró cortar los suministros de Aníbal. Además, abría un frente paralelo en la península ibérica, expulsando a los cartagineses. 200000 soldados romanos se enfrentaban a los cartagineses. Aníbal sabía, seguramente, que no tenía escapatoria.
El golpe de gracia fue el desembarco romano en la ciudad de Cartago, el corazón de la patria de Aníbal. La capital pidió ayuda a su general más brillante, que abandonó parte de sus hombres en Italia. Aníbal se las vio con Escipión el Africano, hijo del cónsul contra el que había luchado años antes, y que conocía perfectamente sus tácticas militares, pues, asombrado por su poder militar, había estudiado todas sus batallas...
Era el año 202 a.C. En la batalla de Zama, Aníbal fue derrotado con sus propias tácticas. Cartago debía pagar otra indemnización de guerra y no declarar ninguna guerra sin autorización de Roma...
Aníbal se dirigió al sur de Italia ante la mirada de estupor de los romanos -y dejando tras él la estela de un par de sonadas victorias militares contra ellos. Esta decisión, tal vez en busca de aliados, fue un error táctico que el cartaginés pagó caro, pues permitió a los romanos organizarse bajo el mando del dictador Quinto Fabio Máximo, que logró desequilibrar al ejército cartaginés. A su muerte, sin embargo, los romanos pasaron a la acción directa, siendo derrotados de forma humillante en la batalla de Cannas (50000 muertos, más de 10000 prisioneros). Era el año 216 a.C.
La respuesta romana fue brutal: reorganizó sus legiones, tomó represalias contra las ciudades italianas que se habían aliado a los cartagineses y logró cortar los suministros de Aníbal. Además, abría un frente paralelo en la península ibérica, expulsando a los cartagineses. 200000 soldados romanos se enfrentaban a los cartagineses. Aníbal sabía, seguramente, que no tenía escapatoria.
El golpe de gracia fue el desembarco romano en la ciudad de Cartago, el corazón de la patria de Aníbal. La capital pidió ayuda a su general más brillante, que abandonó parte de sus hombres en Italia. Aníbal se las vio con Escipión el Africano, hijo del cónsul contra el que había luchado años antes, y que conocía perfectamente sus tácticas militares, pues, asombrado por su poder militar, había estudiado todas sus batallas...
Era el año 202 a.C. En la batalla de Zama, Aníbal fue derrotado con sus propias tácticas. Cartago debía pagar otra indemnización de guerra y no declarar ninguna guerra sin autorización de Roma...
- La historia completa de esta guerra, aquí.
- ¿Quién fue Escipión el Africano? Aquí.
- Estrategia en la batalla de Zama, aquí.
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