No era posible que el faraón cumpliera con sus obligaciones cultuales en todos los templos del país. En teoría él debía oficiar todos los cultos de Egipto, y con frecuencia aparece representado así, ofreciendo o en compañía de los dioses.
La realidad era bien distinta, pues la necesidad de mantener activo el culto a todas las divinidades hizo que aparecieran especialistas, sacerdotes y sacerdotisas que se encargaban de esto, representando al faraón en cada uno de los templos del país. Este grupo social estaba ya perfectamente organizado a partir de la V dinastía (2500 a.C). A partir del Imperio Medio las sacerdotisas fueron perdiendo importancia, manteniéndose el título como distinción nobiliaria u honorífica para la esposa principal del faraón y las princesas célibes.
Los sacerdotes egipcios eran, sobre todo, funcionarios; lo suyo no era acompañar a los fieles ni darles asistencia espiritual: su obligación es atender las necesidades de los dioses, de los que son servidores. Ciudan del templo, la casa del dios (no un lugar de culto popular): limpian los establos y las salas de trabajo, visten, lavan y alimentan (pan, cerveza, fruta, cereales) la estatua del dios al que se consagran -aunque no era obligatorio el celibato-, llevan las cuentas de tributos y almacenes, renuevan y actualizan archivos y correspondencias, juzgan litigios del personal de servicio adscrito, redistribuyen alimentos, practican músicas y danzas rituales, así como prácticas mágicas, adivinitarias y medicinales, y en ocasiones solemnes preparan fiestas y procesiones en las que la salida de la estatua del dios al exterior del templo se convertía en todo un acontecimiento, pues era el único momento en el que el pueblo tenía cerca a su divinidad.
Es posible que los sacerdotes y sacerdotisas -sobre todo los primeros- aprendieran a leer y a escribir en casas de formación especiales llamadas "Casas de la Vida", aunque sabemos que con el tiempo la condición sacerdotal se transmitió de padres a hijos, o se llegó a comprar el puesto en algún templo donde hubiera vacantes.
Las labores sacerdotales eran, pues, muy especializadas (por ejemplo los sacerdotes del dios Ptah de Menfis se encargaban del ritual de apertura de la boca del cadáver, antes de ser introducido en su tumba), y en algunos casos se realizaba esta tarea en el templo una o dos veces al año, de forma que el sacerdote tenía otro trabajo el resto del año. El cargo principal era el de Primer Profeta, un sacerdote dotado de poder político y económico que actuaba como asesor del faraón.