Charles Dawson protagonizó el que iba a ser una de las falsificaciones más sonadas de la Historia. Desde mediados del s. XIX se buscaban pruebas fósiles que demostraran la evolución humana a partir de antepasados simios.
Lo que este geólogo presentó a la comunidad científica internacional fueron fragmentos de un cráneo de Homo Sapiens y de una mandíbula con características simiescas, encontradas en una cantera de Piltdown. Inglaterra dominaba en ese momento el estudio científico europeo, de forma que muy pronto -y sin el estudio en profundidad deseado-, el hallazgo fue dado por bueno: se había encontrado el "eslabón perdido", la prueba definitiva de la evolución humana desde un antepasado simio común. Se consideró que este hallazgo respondía a una nueva especie humana, más evolucionada que los neanderthales.
Algunos científicos, sin embargo, pusieron en duda estas afirmaciones desde el principio, pero no se les permitió investigar directamente sobre los restos, dejándoles manipular sólo réplicas de los mismos. Con toda seguridad, el hecho de que Inglaterra en ese momento fuera una gran potencia colonial favoreció que esta nueva teoría se afianzara rápidamente, consolidando, además, la idea de la supremacía de la raza blanca, evolucionada mucho más rápido, a la vista del hallazgo, que las otras razas.
Esta teoría estuvo en boga durante cuarenta y cinco años, hasta que estudios posteriores pusieron en duda la cronología de la cantera en cuestión (los restos asociados procedía, parace ser, de Turquía, por lo que habían sido colocados a propósito en Inglaterra) y el dentista A. T. Marson demostró en 1953 que los dientes de la mandíbula correspondían a un orangután y la bóveda craneal a un resto humano de la Edad Media. La falsificación era clara: alguien había limado y envejecido los dientes, simulando ser casi humanos.
- Una interesante lectura sobre este fraude, aquí.